Actualmente no hay duda que la tierra se calienta más rápidamente que en los últimos 500.000 años. A pesar de los intentos de los “lobbies” de la industria de las energías fósiles, finalmente el argumento de que este calentamiento es causado por el consumo intensivo del petróleo, el carbón y el gas ha sido aceptado. Sin embargo, la acción necesaria para frenar (que ya es tarde), o por lo menos mitigar los efectos de dicho despilfarro de recursos, que afectaran (y ya están afectando) las poblaciones más vulnerables del planeta, brilla por su ausencia.
¿Las razones? A primera vista, las peleas entre los países más desarrollados y los países con desarrollo rápido como China y la India, ansiosos por satisfacer las necesidades energéticas de sus poblaciones. Pero
detrás de todo, la razón es que nuestro mundo cree en una forma de vivir, ver la vida y a los que nos rodean, basado en el bienestar personal, cuyo resultado es la aplicación de este modelo económico en todo el mundo. Y esto que todas las señales, tanto en el medio ambiente a nivel global, regional y local, cómo la reciente crisis económica nos está demostrando, apuntan a que esta forma de vivir insolidaria y egoísta nos está llevando al desastre. Hemos asistido a la caída de un sistema económico y social, el comunismo, y se puede argumentar que ahora estamos experimentando el fracaso del supuestamente superior sistema económico del neoliberalismo, que tiene consecuencias bastante más nefastas para el creciente número de pobres en la tierra.
¿Somos capaces de presentar, en palabra y vida, una forma de vivir alternativa, que tiene el “libro de ruta” ya marcado desde la antigüedad, y el cual el mundo necesita desesperadamente?
Cada vez más creyentes entienden que los mensajes y avisos de los ecologistas – para algunos los representantes disfrazados de la izquierda radical - se están cumpliendo. Hay un paralelismo con los avisos de los profetas del Antiguo Testamento, y con las palabras del Señor Jesucristo mismo. El modelo bíblico de la relación del hombre con la tierra que Dios da en el Pentateuco, un modelo sostenible por excelencia, nunca fue llevado a cabo por Su pueblo, escogido para darle a conocer entre las naciones, y hasta ahora, tampoco la iglesia de hoy ha entendido que éste es un mensaje vigente, confirmado tan claramente por la crisis económica. Entonces, como ahora, todo es resultado del egoísmo, el dar la espalda al Creador y sustentador de todo, que nos ha dado un mandato para ´regentar´, o cuidar la tierra, como mayordomos.
¿Cómo debemos los cristianos evangélicos responder? Hasta ahora las actitudes han sido variadas, y en España ha habido poco interés y debate serio en el circulo eclesial evangélico.
Casi los únicos manifiestos, al menos de palabra, provienen de círculos católicos. David Bookless ve cuatro actitudes:
1)
Insidiosa: “la ecología y los temas medio ambientales son peligrosos, y los creyentes debemos evitarlos”.
2)
Irrelevante: “no es importante, el evangelio trata de la salvación de las almas, no la de las focas”.
3)
Incidental:
“me alegro de que alguien esté cuidando el planeta, ¡con tal de que no tenga que ser yo!”
4)
Integral:
“el cuidado de toda la creación de Dios es fundamental para el Dios de la Biblia y para los propósitos que Él tiene para nosotros”.
Una lectura de la Biblia que no implique una forma de vivir que concuerde con el modelo económico que Dios ofrece al hombre en el Pentateuco y las enseñanzas de Jesús, para su bienestar y su equilibrio espiritual, social, económico y político, es una actitud
egoísta, que trae consecuencias negativas, especialmente para los más pobres, pero también personales. La Biblia denuncia esta actitud severamente, tanto en la iglesia (
Apocalipsis 3:17), como en el ámbito personal (
Levítico 25: 1-55;
Miqueas 6:8;
Isaías 1:1-31;
Jeremías 12:4; 22:3;
Mateo 25:31-46; etc.).
¿Cómo responder?
En primer lugar, reconocer que nosotros mismos hemos caído en las garras del consumismo, nuestro Baal, y en la actitud egoísta que es la clave en los problemas medioambientales.
Luego, analizar nuestra forma de vivir, informándonos bien acerca de las consecuencias, y empezando a vivir de una forma más sostenible y solidaria. La ONG evangélica
Tear Fund(1), la organización ecologista evangélica
A Rocha(2) y los escritos de David Bookless(3) y otros autores(4) nos ayudarán a entender que la lectura de la Biblia y la aplicación de su mensaje deben de ser consecuentes. Un día responderemos ante Dios acerca de nuestra mayordomía. Es Su creación, no está hecha para nosotros. El mismo dice: “La tierra es mía,” (
Levítico 25:23).
Dios nos ha puesto aquí con un propósito, con una misión, de engrandecer y glorificar su nombre. Pero un mensaje que no es vivido, hoy día no se lo cree nadie. Amar a Dios es amar también a sus criaturas y a su creación. ¿Estamos dispuestos a tomar el evangelio en serio?
Autor:
Miguel Wickham. Se graduó en Geografía en la Universidad de Oxford e hizo estudios de postgraduado en Educación. Es profesor de Geografía de Secundaria y Director de Secundaria en un colegio británico de Madrid. Ha publicado, junto con su padre, Pablo Wickham,
Ecología y Cristianismo, con la Alianza Evangélica Española (2005).
(*) Este artículo fue publicado en la revista Edificación Cristiana 241:3 (noviembre-diciembre 2009). Aquí aparece con ligeras modificaciones realizadas por el autor.
0) www.350.org
1) Red Miqueas e Informe Tear Fund: Cambio Climático, ¿Avanzamos juntos? Revista Idea de la Alianza Evangélica Española (2009) 3:11-20.
2) http://www.arocha.org/int-es/index.html.
3) David Bookless, Planetwise: Dare to Care for God´s World (Atrevete a cuidar el mundo de Dios), IVP (2008).
4) J. Matthew Sleeth, Serve God Save the Planet, Zondervan (2006). Christopher Wright, Viviendo como el pueblo de Dios: la relevancia de la ética en el Antiguo Testamento, editorial CLIE (2009) y La Misión de Dios, Libros Certeza (2009). También el libro de Michael S. Northcott, A Moral Climate. The ethics of global warming, Darton, Longman & Todd (2007), es imprescindible para un análisis sobre las causas reales del calentamiento global.
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