El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ser pastor de almas, entiéndase de personas de todo tipo de trasfondos sociales y humanos es una auténtica aventura de fe y también una verdadera filantropía espiritual.
La primera consecuencia a la desobediencia es perder el favor de Dios, tanto en el terreno espiritual como en el natural.
Gran parte de la felicidad de los humanos es saber poner en las manos del Señor nuestros tiempos.
Necesitamos una comprensión celestial que nos muestre la llave maestra, que abra las puertas de los corazones más indiferentes, porque Dios ama a todo el mundo.
Decía Bonhoeffer que quien ama su sueño de comunidad cristiana más que a la comunidad cristiana real se convierte en destructor de esa comunidad, por más sinceras, serias y abnegadas que sean sus intenciones personales.
Sobre la tierra se extiende una nube silenciosa que engloba un atronador silencio de muchos creyentes que siguen mirando solo al cielo en espera de recompensas.
Vivir por fe es una actitud contraria a todo lo que vemos y oímos hoy en día, que nos invita a cuantificarlo todo y a controlar nuestro propio destino.
Todavía podemos aferrarnos a aquello que desde las Escrituras nos parece suficientemente sólido, claro y por tanto, válido como para creerlo, practicarlo y defenderlo, ante cualquier foro.
Valoremos este maravilloso don de la vida terrenal que puede convertirse para muchos de nosotros en el preámbulo de la vida eterna.
A veces lo que es correcto se niega, se oculta, se combate y se persigue, mientras que a lo que no lo es se le da la bienvenida, se afirma, se acepta y se abraza por una gran mayoría.
Amar lo que Dios ama significa amar a la Iglesia de Jesús.
Algunos de esos ídolos abundan en el campo cristiano mucho más de lo que imaginamos. Podemos llegar a creer que están dentro de los parámetros espirituales “más elevados”. Pero son ídolos.
Sin convicción de pecado, no hay un verdadero arrepentimiento y sin un genuino arrepentimiento, no hay conversión posible.
Ni la teología ni el estudio de la teología tiene por qué secar la vida espiritual de nadie, sino todo lo contrario.
No podemos ser cristianos mediatizados por esas sucias gafas que nos muestran los valores antibíblicos que impiden el seguimiento del Maestro.
La felicidad es ser conocida y amada por Aquel que lo dio todo por mí.
Nuestro arrepentimiento sincero y la fe en la persona y en la obra de Jesucristo nos otorgan el impagable don de la vida eterna y nos indulta del pecado.
Por primera vez, la vida no le dolía.
Nadie, por muy pastor que sea, tiene el derecho a apropiarse de la voluntad de otro, ni de interferir en su vida personal, matrimonial o familiar y mucho menos sirviéndose del nombre de Dios.
No se trata de números ni de los múltiples recursos humanos sino de los sorprendentes y maravillosos recursos divinos, aunque estos puedan parecer exiguos y sin importancia.
Observo al vecino borrachín de la puerta 4 que intenta introducir la llave en la cerradura, mientras se balancea de un lado para otro.
La soberanía de Dios planea sobre todos los hombres y sus obras; sean malas o buenas. Al final, la voluntad que prevalecerá sobre todas las demás, será la voluntad del Rey de reyes.
La recompensa a esa abnegación no la hemos de esperar en el agradecimiento ajeno; que a veces no llega, si no en saber que todo lo que hacemos por el bien de otros es mandamiento Divino.
A veces, cuando las palabras no alcanzan para expresar lo que llevamos en el alma, encontramos una vía más profunda de verbalizar nuestras emociones, y es en esos momentos cuando... cantamos.
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