El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La perspectiva de la finitud de la vida humana es la principal responsable de la angustia vital que caracteriza a toda persona en lo más profundo de su alma.
La verdadera Iglesia de Jesucristo está siempre preocupada y sufre por la maldad del mundo, vive acongojada ante el dolor que causa tanto pecado y tanta rebeldía a Dios.
La teología de la prosperidad se nos revela como una idolatría religiosa que rebaja a Dios y a Jesucristo para ensalzar al hombre y lo diabólico.
La pobreza sigue siendo un mal contra el que hay que enfrentarse y procurar erradicar.
Una persona es pobre en espíritu cuando no se considera autosuficiente sino que sabe reconocer su necesidad de los demás para vivir.
Las bienaventuranzas se oponen a casi todos los valores convencionales del mundo antiguo, tanto del judío como del griego o el romano, pero también de la sociedad occidental contemporánea.
Si, como decimos, bienaventurado equivale a feliz podemos preguntarnos: ¿somos los cristianos conscientes de nuestra felicidad?
No existe otro pasaje de la Escritura que haya sido tan escudriñado como éste y haya marcado tanto las diversas corrientes teológicas dentro del cristianismo a lo largo de la historia.
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