El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se ha mostrado que precisamente el culto a las reliquias y a los santos es cosa de gente que conocía no solo la Biblia, sino bastante de la cultura del entorno.
La apologética no es solo diálogo, sino siempre también testimonio. Solo podemos dar cuenta de las razones de nuestra esperanza señalando el amor y el poder del Dios que hemos encontrado en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Por Benno van den Toren.
Los nuevos datos aportados por Pew Research certifican el África Subsahariana y el sudeste asiático como las regiones con más población para la cual la religión es “muy importante en la vida”.
Cuando se sacralizan las cosas y los lugares y a las personas, se va creando una “cultura” que cuesta la misma vida deshacerse de tanto elemento falso.
Solo el catolicismo y el islam se sitúan por encima de la confesión protestante, según el nuevo barómetro de la Generalitat. No obstante, hay más personas familiarizadas con el budismo que con el cristianismo evangélico.
¿Habría que inculturar el Evangelio teniendo en cuenta esta sed popular de lo religioso?
El 54% de la población ve la práctica religiosa como un factor importante en la vida, y el 37% cree que la persona con fe es mejor ciudadano.
Los datos apuntan a un acercamiento del islam al cristianismo en cuanto a cifras. También señalan el desplazamiento de la mayoría de la población creyente del norte al sur global.
Hoy día los mercaderes de almas siguen estando activos.
No hay posibilidad de encontrar el auténtico sentido de la vida siguiendo estas concepciones del mundo que nos meten en ceremonias falsas e inútiles.
El documento, que publica la Fundación Ferrer Guàrdia, apunta que el 40% de la población se declara atea, agnóstica o indiferente ante la religión. La cifra aumenta hasta el 57,9% entre los jóvenes adultos.
¿Afecta a la respuesta de los españoles al Evangelio? Apuntes para una Teología de la Misión autóctona.
Hay descristianización, pero lo religioso sigue vivo en todos los ámbitos populares del mundo con cierta apariencia de piedad.
Un informe de la Oficina de Planificación Social y Cultural muestra que solo el 33% dice creer en Dios. Pero “los creyentes experimentan un sentido más pleno que los no creyentes”.
La Fundación Ferrer i Guàrdia concluye en su último informe que la pandemia ha acelerado la pérdida de religiosidad en la sociedad española, especialmente entre los menores de 34 años.
Los datos reflejan que el número de personas que no se identifican con ninguna religión ha crecido en el país a razón de un 1% cada año desde 2007.
Ningún tipo de palabrería inactiva puede estar en el centro del Evangelio. Los que la practican están edificando su casa sobre la arena.
El corazón humano puede aparentar humildad, cuando el orgullo es quien está agazapado; puede pretender sinceridad, si bien la doblez anda escondida en sus repliegues.
La apologética dirigida al ateísmo sólo llega a una pequeña proporción de la población europea. El reto mucho mayor es llegar al enorme número de europeos no creyentes que son indiferentes al cristianismo y consideran que la religión es irrelevante en la vida moderna.
Muchos practican la religiosidad que han aprendido, la que les van enseñando y mostrando sus líderes, sin tener jamás preocupaciones por la justicia y la misericordia.
Savater observa que “con la religión hay gente que mejora y se purifica”, pero “para otros es una fuente de resentimiento, mojigatería y condena a los demás”.
El país del Papa Francisco ha pasado de tener un 76% de la población que se consideraba católica en 2008, a un 62% en la actualidad.
Cuando Dios habla, no podemos mirar hacia otro lado, sino mirarnos a nosotros mismos.
En la actualidad, el paganismo no está tanto en adorar a dioses reducidos a estatuas de mármol o bronce, sino más bien en adorar al dios dinero, o al dios poder, al nacionalismo, al dios de la política, del deporte.
El rol de la religión sigue siendo importante en la actualidad para la mayoría de poblaciones de los países en el hemisferio sur, mientras que en Europa y América del Norte es cada vez menos significativo.
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