El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Un aparato, algo discreto, que ayude al predicador a ordenar las ideas de lo que quiere transmitir y que le lleve por el camino recto, o sea, directamente al grano.
La comunidad cristiana que llama a su pastor tiene la obligación de velar por él también, y en esa obligación el pastor debe de rendir cuentas ante quien se debe, que es su iglesia.
Una de las experiencias más hermosas de exponer las Escrituras cada domingo es ver la eficacia del poder de la Palabra transformando vidas, familias, y aun barrios enteros –redimiendo, en efecto, nuestra comunidad.
Si el oyente piensa que la autoridad es el predicador y no la palabra de Dios, entonces el oyente buscará seguir al predicador y no a la palabra de Dios.
En muchos casos lo que dicen los cristianos es cierto, pero les falta la práctica de vida, el compromiso real con este discurso.
Un 0%, según los datos de las encuestas, dedican a la preparación del mensaje más de 8 horas de su tiempo semanal; sólo un 9% dedica entre 6 y 7 horas a dicha preparación, mientras que la inmensa mayoría dedica menos tiempo a tan primordial tarea.
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