El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Las estrellas tienen que nacer, producir elementos pesados y luego morir para que estos elementos puedan utilizarse para formar planetas, y luego tienen que pasar unos cuantos miles de millones de años antes de que la vida llegue hasta nosotros.
Nuestro planeta estaba perfectamente preparado para nuestra llegada. ¿Quién lo preparó a lo grande para nosotros?
Excepto la Tierra, los demás planetas rocosos del sistema solar no parecen aptos para la vida. Sin embargo, protegen el planeta azul de posibles impactos, como auténticos escudos salvadores.
Algunas de las estrellas más brillantes que pueden verse a simple vista en el firmamento nocturno, nos muestran la luz que emitieron hace unos veinte, doscientos o dos mil años.
Si no hubiera oxígeno, la vida en la Tierra estaría limitada a organismos minúsculos como los microbios.
La imagen es una realidad gracias al telescopio espacial James Webb, el más potente jamás lanzado. Recoge un cúmulo de galaxias en color.
Heredamos de Dios diferentes características, entre ellas la capacidad de imaginar lo no creado, la capacidad de inventar historias y crear mundos.
Que exista esta increíble inmensidad cósmica o la enorme diversidad biológica no es un argumento contra la existencia de Dios.
Si las causas de esta subida, que ya afecta a millones de personas en zonas cercanas al mar, tienen algo que ver con nuestro estilo de vida, debemos reflexionar seriamente sobre lo que la palabra de Dios nos dice acerca de nuestro estilo de vida tan consumista e insostenible.
El hecho de que en el Génesis no aparezcan referencias a otros planetas similares no debería frenarnos a pensar que cabe la posibilidad de que existan.
Desde la comida al transporte, pasando por las vacaciones. Comportamientos que durante décadas no se habían cuestionado, ahora son vistos como antinaturales.
Reivindican el cuidado del planeta y revertir la visión antropocéntrica a partir de una reflexión teológica.
Un año más, el Día Mundial del Agua pone en evidencia las desigualdades entre la población del planeta ante un recurso tan básico.
Quizás se nos está dando un toque de atención y esperanza, y quizás es una oportunidad de aportar de forma directa una teología de la creación humilde y rica (una que nos anime a pasar a la acción).
Grandes capitales a lo largo del mundo han acogido marcha de jóvenes reclamando medidas concretas en favor de la preservación del medio ambiente.
Se nos han colado muchos cambios que son para peor y que una sociedad seria debe impedir.
A lo largo de la historia muchas personas han intentado averiguar, por multitud de formas, la edad de la Tierra.
Lo que se ha detectado es solamente cómo decrece la luz de la estrella cuando los distintos planetas pasan delante de ella.
La distancia a la que orbita el planeta de su estrella, Próxima Centauri, le permitiría albergar agua líquida.
Situados a "sólo" 40 años luz de la Tierra, son rocosos y poseen atmósferas compactas, con lo que se multiplican las posibilidades de que sean habitables para el ser humano.
“Hemos confundido nuestra política con nuestra fe”, piensa la respetada científica atmosférica de fe evangélica Katharine Hayhoe. “Si realmente creyéramos lo que dice la Biblia, estaríamos al frente de este asunto”.
Los cristianos nos deberían padecer por malas razones. La Iglesia no debería sufrir porque algunos de sus miembros exhiben su ignorancia en Internet o en las bibliotecas.
Según un estudio del Instituto Carnegie de Washington. El hecho coincide con el relato de Génesis, donde aparecen las aguas de la Tierra antes de formarse la estrella solar:
Las previsiones hasta ahora realizadas se quedan cortas, según un nuevo estudio de la Universidad de Washington y la ONU.
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