El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El oído es como un sofisticadísimo transductor o sensor que hace lo mismo y envía dichos impulsos eléctricos al cerebro para que sea éste quien los interprete adecuadamente.
El pecado inevitablemente va a hacer acto de presencia en el discurso, estando la proporción numérica del pecado en relación directa al número de palabras dichas.
Si mis palabras no son corregidas por ti, están abocadas al fracaso. Son como metal que suena o campanilla que repiquetea.
Pongamos nuestra fe en la Persona de Jesucristo. Ningún otro tiene la Palabra de salvación por mucho que lo afirme. Por Andrés Díaz Russell.
Quiero enarbolar mi vida con términos que agradan a Dios y potencian mi capacidad para ser una hija más cercana a Él.
Nuestros sentimientos “negativos” durante el proceso indudablemente doloroso del duelo nos pueden acercar al corazón de Dios de una forma que pocos conocen.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lucas 21:33)
Se piensa que lo que no está escrito no tiene valor...
Toda obediencia implica el reconocimiento de la voluntad del Señor.
Las meras palabras, cuando lo que hace falta son hechos, solamente van a producir pobreza. Acabarán en indigencia.
Como es el fruto lo que determina la validez, se desprende que la reprensión es lo que vale y no la lisonja, por lo que el reprensor, a posteriori, recoge un valioso fruto de aprobación.
Olvidamos que cuando hablamos mal de otra persona, llenamos de amargura nuestro corazón y dejamos de ser nosotros mismos.
Es un reto salvaguardar el espacio en el que podamos estar expuestos y sin obstáculos al compromiso y la oración bíblicos. Pero la entrada determina la salida y dará forma a nuestros pensamientos y luego a nuestro discurso.
Me gusta hablar con Dios mientras conduzco. Últimamente, no sé por qué, nos faltan palabras en nuestras conversaciones.
Las palabras no deben ser banalizadas, tampoco usarse para vandalizar, sino puentes para ensanchar la vida comunitaria.
Las palabras a las que hacemos caso pueden marcar nuestra vida por completo.
La ansiedad con que Job esperaba la respuesta de su Dios se asemeja mucho a la que hoy se presenta en la búsqueda de razones o explicaciones sobre lo que está aconteciendo.
La Biblia muestra la locura de confiar en nuestro entendimiento. ¿De dónde creemos que salen todos esos cristianos ufanos de su santidad que juzgan a otros creyentes, poniendo en duda incluso su salvación?
Retomando el texto que dio pie al episodio 6 de esta temporada (2ª Corintios 10:11, “Lo que somos por escrito”) llegamos a la conclusión de que la obra de Dios no es una obra fallida o incompleta, sino una obra acabada de la que somos limitados (aunque necesarios) testigos.
Antes de que mi manera de expresarme aflorara, ya estaba él conmigo y entendiendo mi mente más que mi vocabulario.
El modo en que se ha contado la historia de Superman a lo largo de varias décadas tiene ciertas relaciones con el texto de 2ª Corintios 10:11, que empieza con la frase “Lo que somos por escrito”. ¿Qué dicen las palabras impresas sobre nosotros? ¿Por qué son importantes? Eso vamos a examinar en este episodio.
Si por algo se caracteriza la sociedad actual es por la profusión de palabras concebidas para hacer daño, ya sean orales o escritas.
En general, ni las buenas palabras esconden siempre las mejores intenciones, ni las palabras mal dichas esconden necesariamente las peores.
Un poema de Antonio del Camino. (Selecciona Isabel Pavón)
Los denominados dioses que tienen a Dios sobre ellos no pueden ser dioses ellos mismos. Es decir, Dios no tiene similar.
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