El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La expresión con sanas palabras indica la calidad que tienen, porque lo sano es lo contrario de lo enfermo o infectado, cualidad que es vital para que la enseñanza sea saludable.
Por término medio una persona puede decir entre 7 y 20 mil palabras. Tus palabras tienen el poder de influir sobre ti y los demás de una forma poderosa para bien o para mal.
Seríamos mucho más creíbles como cristianos, que sin darnos golpes de pecho como el humilde publicano, reconociéramos nuestras culpas y silenciosamente gritáramos: “por mi culpa”.
Algunas palabras, las buenas, no deberían ocultarse nunca, sino proclamar a todas horas que Aquel que es la Palabra se hizo Hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad.
En la cruz, Jesús nos enseña que el perdón puede ser unilateral, no requiere dos partes a diferencia de la reconciliación.
El empleo de términos casi neutros en lo que concierne al orden moral, solo puede acabar en dos alternativas, que son la parcialidad o el falseamiento.
Me preocupa que en algunos sectores evangélicos hagan uso de dagas verbales para denostar a quienes han adoptado otras perspectivas valorativas y de vida
Las frases exclamadas desde el corazón llegan al corazón. Sabias son las palabras cuando se han vertido desde el conocimiento y el cariño.
¿Habremos olvidado las obras de la fe?
Muchas veces no necesitan ser gritadas o publicadas en los medios de comunicación para transformar o revolucionar la vida de muchas personas.
La influencia de la palabra como elemento concienciador de la sociedad, de los hombres y de los que están bajo el yugo de los valores antibíblicos, es inmensa.
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”. Prov. 16: 24.
Quiero ser sabia, prudente y responsable con aquellas palabras que emito, ellas portan la rúbrica de mi persona, me definen, me describen.
En las tres ediciones previas las elegidas fueron escrache (2013), selfi (2014) y refugiado (2015). Post-truth (posverdad) fue la palabra en inglés del año para el diccionario de Oxford.
Dos encuentros de escritores y comunicadores.
La lectura serena y reposada de la Biblia de forma continua nos produce una transformación espiritual e intelectual realmente impresionante.
Necesitamos regalar palabras frescas, recién nacidas, descubrir la música que llevan dentro.
El amor sin verdad tampoco es amor, porque sentencia a las personas a perpetuarse en la mentira y no encontrar las soluciones que podrían liberarles.
Jesucristo afirmó: ‘De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.’
Un grito que debió impactar y con el que se deben identificar todos los abandonados del mundo hoy.
La palabra dicha sigue siendo nuestro gran veneno: a nivel personal, interpersonal, familiar, social… también en la iglesia.
En vez de dejar que sea el Evangelio el que nos cambie, nosotros amoldamos ese mensaje a nuestra conveniencia.
El diálogo es un intercambio en el que la palabra comunica, acerca, enriquece. Pero es común el ‘diálogo de sordos’, intercambio de monólogos que sólo necesita al otro para ser escuchado.
En Babel se dejó de hablar un mismo idioma. De allí se dispersaron los humanos por el mundo y nacieron las distintas lenguas. Ser o no ser ‘de palabra’ define a los humanos como ‘valiosos’ o ‘insignificantes’
La palabra ha de ser cuidada. Donde hay amor del bueno no hay palabras altisonantes.
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