El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La envidia es uno de los poquísimos pecados que no produce placer a quien lo comete. El envidioso no disfruta de nada. Al contrario, se mortifica a sí mismo.
Este tipo de gente no es de los que abandona la fe, no; dejan la congregación local y se van a otra, donde repiten la misma experiencia.
Nadie más que Dios puede dar vida, color y perfume a las flores; pero el murmurador, en un instante, con sólo el poder de su lengua, las hace pedazos y las arroja al polvo.
En todas las tierras el sol sale al amanecer, pero quien mucho, ve mucho retiene en el alma.
Árabes e israelitas podrían vivir juntos, conteniendo sus diferencias, pero musulmanes y hebreos lo tienen muy difícil.
Si España es pagana, ¿quién tiene la culpa? Cuarenta años de Gobierno del general Franco los obispos españoles han tenido en sus manos todos los resortes del poder.
En las calles más concurridas de Tokio se han instalado escuchadores voluntarios que tratan de aliviar un padecimiento del alma humana que aumenta sin cesar en las sociedades opulentas: la incomunicación.
Si la película de Gibson se considera antisemita, entonces todo el Nuevo Testamento lo es.
Los predicadores cristianos se suponen dotados de un poder espiritual sobre el mundo, distinto a los poderes del militar, del político o del financiero. Es el poder del Espíritu Santo.
La razón no se contrapone a la fe. Pero la razón tiene límites. La razón, por sus propias fuerzas, solamente llega hasta la naturaleza divina; y allí se detiene.
Se puede trastornar para producir un bien y se puede trastornar para producir un mal.
En el folículo germinal de cada pluma existe un complejo equipo de células reguladoras que trabajan conjuntamente para producir cualquier patrón cromático.
La Iglesia puede y debe ser un lugar donde las personas puedan hablar sobre la pérdida de su negocio, su frustración y confusión sin ser presionadas a explicarlo.
A todos nos parece que nuestro dolor tiene algo de peculiar, y sobre todo por el hecho de ser propio. Es al observar esta vida que, necesariamente, debemos comprender que solo somos un grito del coro de voces.
Algo que venía guardando por años tuvo que salir en aquellos momentos dolorosos para una madre desgarrada por la pérdida.
La angustia de Jesús fue el medio de curar la nuestra.
Es imperativo resaltar que, a diferencia de los de Cristo, nuestro dolor ni nos salva ni contribuye a expiar nuestros pecados. Pero, en el padecimiento con él, nos identificamos con Él.
No podemos impedir que otras personas nos hieran, de una manera intencionada o no, pero sí podemos decidir cómo reaccionar a esas heridas.
El dolor inmerecido de Jesús fue el que transformó la historia. Su muerte nos dio vida a nosotros.
Aunque pasemos por momentos de dolor sabemos que Dios no sólo está a nuestro lado, sino que nos fortalece siempre.
La púrpura aparece en más de 50 versículos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y se refiere siempre al tinte de color rojo purpúreo a morado.
Dios quiere reconstruir tu vida, transformar el pasado y poner paz donde solo existe tormento.
Un accidente aparatosísimo y extremadamente grave le estaba esperando. El curso de su vida daría un giro inesperado sin previo aviso.
La herencia cristiana ha puesto delante de nosotros la posibilidad de lograr un justo equilibrio de la personalidad confiando todas nuestras ansiedades a Cristo.
Tres cosas ha de tener el orador a la vista: qué decir, en qué lugar y de qué modo ha de decirlo.
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