El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los años 30 del siglo XX en Madrid son el escenario de ‘La librera de Madrid’, novela en la que Mario Escobar homenajea a los libros y su poder de supervivencia ante los embates del fanatismo.
‘Damasco, la jaula de caña’, primera novela de Juan Luis Morales, explora el perdón, la gracia y la búsqueda de justicia desde un relato de ficción construido a partir de la historia bíblica de Naamán.
Si su obra concluye con esta novela, él y sus lectores nos podemos dar por bien servidos gracias a la extrema fidelidad literaria que ha mostrado desde sus inicios como escritor.
Huxley siguió paso a paso a sus contemporáneos desde el escepticismo de la posguerra hasta la angustia trágica de un mundo impersonal. En sus últimos años, hastiado de las religiones tradicionales, se volvió hacia la mística oriental en una nueva exploración del Absoluto.
A través de la vida de Elías, el autor da testimonio vivo del poder de Dios para sanar heridas del corazón y superar trastornos de ansiedad y angustia.
A Saramago le interesa el componente humano que hay detrás de la vida y de la historia de Jesús. La aparición de la novela El evangelio según Jesucristo, el año 1991 despertó una gran polémica.
Estamos, por lo tanto, ante el testimonio de una persona que ha sido evangélica y conoce el lado más oscuro de este mundo.
En la novela lo difícil es inventar, y Sonia ha demostrado que a ella no le falta imaginación. Cumple a la perfección con la única razón de existir de la novela, intentar representar la vida.
Su identificación con el sufrimiento de Cristo no le dio un sentido de perdón y nueva vida.
Se le ofreció a la vista “un real y suntuoso palacio o alcázar, cuyos muros y paredes parecían de trasparente y claro cristal”.
Su obra gira siempre en torno a la culpa, pero más concretamente a la ausencia de conciencia de ella. Después de leer la Biblia durante toda su vida, decidió hacer una novela al final sobre el resurgir del cristianismo evangélico en los Estados Unidos.
Su obra gira siempre en torno a la culpa, pero más concretamente a la ausencia de conciencia de ella. Después de leer la Biblia durante toda su vida, decidió hacer una novela al final sobre el resurgir del cristianismo evangélico en los Estados Unidos.
Este es un libro eminentemente autobiográfico. Condensa una honda experiencia interior.
El amor no conoce leyes. La herida del amor que por momentos sentía Ricardo la cura la misma que la hace: Liduvina.
Lo que está diciendo Unamuno en esta novela es que aún cuando no podamos escapar de la agonía, del sentimiento trágico, ello no nos tiene que impedir vivir y gozar.
Otras obras de referencia consideran esta novela una obra menor en la narrativa de Unamuno. Pero biógrafos, críticos literarios y filósofos no piensan igual.
Unamuno desarrolla una idea clave en toda su literatura: la frontera entre el sacrilegio de fingir en religión lo que no se cree y la bondad que supone mantener la fe.
Allí sentados, intranquilos, los dos niños esperaban a que se desarrollaran los acontecimientos. De vez en cuando, uno de los cristales superiores de la ventana temblaba y chirriaba con el viento que lo empujaba con fuerza.
El periodista Juan Carlos Parra lanza su primera novela: “Hay muy poco de iglesia, la espiritualidad se manifiesta en la vida práctica como una aventura de fe”.
Esta novela de Unamuno “refleja perfectamente el eterno conflicto entre religión y sexo”.
“Lo mismo pude haber puesto Cuatro novelas ejemplares. ¿Por qué? Porque este prólogo es también una novela”, escribe Unamuno.
Todos los que vivimos principalmente de la lectura y en la lectura no podemos separar de los personajes poéticos o novelescos a los históricos… Todo es para nosotros libro, lectura.
De esta, dijo el propio Unamuno que era “la más trágica de sus novelas”.
“Desde que Nietzsche proclamó la muerte de Dios, pocos escritores han planteado con mayor vigor que Unamuno el problema de las relaciones entre el creador y sus criaturas como Unamuno”.
Unamuno vivió obsesionado por el pensamiento de la muerte y por el sentido sin sentido de la vida.
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