El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ese no querer aceptar que con la muerte no se termina todo nos impide vivir bien.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Juan 11:25)
En preparación para las IV Jornadas de Bioética (2 al 5 de diciembre, Madrid), conversamos con Pablo Martínez Vila sobre los principales desafíos éticos que los cristianos debemos abordar en el presente.
Sus libros tratan sobre el temor de que nuestra vida sea destrozada por esos secretos, que a la mínima oportunidad se pueden convertir en seísmos devastadores.
Un artículo de Fernando Alexis Jiménez.
Un informe muestra que en el país hubo 2.699 muertes por medio de esta práctica el año pasado, un aumento del 10,39%. La mayoría de ellos se realizaron a domicilio y a pacientes mayores de 70 años.
Roman, se encontraba sirviendo en Ucrania enviado por una organización cristiana. Se había desplazado a la ciudad para ayudar en la evacuación.
Una interpretación personal de un cuadro de Marina Abramović.
La historia habla de él como un valiente guerrero. La fama posterior del Comendador Escrivá se debe a uno de sus poemas sobre la muerte.
Desde 1959 han sido fusiladas alrededor de 3.116 personas en la isla, fundamentalmente hombres y por delitos comunes o políticos.
La relación de la vida y la muerte toma su significación de lo que se piense que hay después. Una persona vive de acuerdo con una serie de creencias, basándose en ellas es que piensa y actúa.
Es extraña la angustia de la muerte. Es agudo su dolor. Pero, sobre todo, la muerte es suspiro. Una dolorosa coma, pero una coma.
La pregunta que nos hacemos es qué fruto produjo su fe. Si el cristianismo significa algo, tiene que ser un cambio de vida, algo que controla y gobierna tu existencia.
La muerte, como cierre de la vida, transforma la expresión total de una existencia. Así la vio Don Quijote, con rostro humano.
Estoy más que segura que la mano de mi Señor estará al otro lado para llevarme a la otra orilla por siempre y sentir su abrazo precioso por toda la eternidad.
La cita con el pecado llega a parar en la muerte, aunque realmente su estación término es el infierno.
¿Qué historias se escribirían si menos cristianos murmuraran de otros? ¿Qué mensaje llegaría al mundo si fuésemos modelos de unidad y fraternidad? ¿Qué pasaría si viviéramos conforme a las Escrituras?
Lo que ha marcado la diferencia en mi actitud ante la vida es mi descubrimiento personal de Dios.
Sabemos que tenemos una fecha de caducidad, el problema es que no sabemos cuál es.
Perder el alma por vivir ajeno al amor de Dios, a la gracia de Cristo y al don del Espíritu Santo es una pérdida insustituible e irreparable.
Hay algo sospechoso en la conciencia del ser humano que permite pensar en que se trata de “alguna cosa más que física y química del cerebro”.
La muerte no solo nos enfrenta a la vanidad de la vida, sino también a su carácter efímero y breve.
Premio Nobel de la Paz en 1984 y activista contra el apartheid, el clérigo aseguraba que “no podría haber sobrevivido si no me hubiera apoyado en mis disciplinas espirituales”.
La luz del Evangelio brilla potente en medio de tantas luces tenues. La Navidad nos recuerda que Dios ha bajado a este mundo para sufrir con nosotros, como nosotros y por nosotros.
Es únicamente por causa de la victoria de Cristo sobre Satanás que nosotros ahora podemos perder el miedo a la muerte.
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