El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El compromiso con el prójimo en nuestro aquí y nuestro ahora, con todas las repercusiones económicas, políticas, sociales y culturales que ello tiene, es inevitable.
Novelas como esta nos preguntan "¿de qué sirve ganar el mundo, si se pierde el alma?" (Marcos 8:36).
Con la poca información a la que tuvo acceso, J. J. Fernández de Lizardi pudo enterarse de lo central sobre los inclementes juicios inquisitoriales de 1559 en Valladolid.
El grito de la Biblia en contra de los que abusan de los trabajadores más débiles es atronador.
La huella del movimiento evangélico es particularmente importante en la capital irlandesa.
Lizardi encontraba inexplicable que hubiese quienes defendían la permanencia del Santo Oficio en España y, por consecuencia, su continuación en México.
La segunda presentación del libro de Carlos Martínez García y Leopoldo Cervantes-Ortiz tendrá lugar este domingo 11 de agosto en la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador, en Ciudad de México.
No tenemos la suficiente resistencia espiritual. Así, en nuestro mundo y en muchos aspectos, vivimos de forma muy similar a los que no tienen esperanza.
Nunca, hasta ahora, se había publicado un libro tan exhaustivo sobre un tiempo esencial y decisivo en la trayectoria de Dylan como este “Slow train coming. Bob Dylan y la cruz de Jesús”, de Ana Aréjula y Luis Lapuente.
Los radicales de Zúrich perciben con claridad que sus críticas tanto a príncipes católicos como a protestantes, al igual que a sus respectivos teólogos, les acarrearían persecuciones.
Somos nosotros, los cristianos, los que estamos en la fuente, en el manantial que muestra los auténticos valores capaces de restaurar la justicia y la paz en el mundo.
Cuando no entendemos nuestra relación con Dios, a cuya imagen hemos sido creados, creemos que somos autónomos, tanto los seres humanos como el resto de la naturaleza. Buscamos el valor de la Creación en sí misma.
Mientras Lutero desaprobó tajantemente la insurrección campesina, Müntzer lanzó juicios contra los príncipes y sus aliados. Ambos consideraban que estaban respaldados bíblicamente.
La separación y distinción que hoy se hace entre lo secular y lo religioso, no se corresponde con la separación que nuestros antepasados hacían entre lo sagrado y lo profano.
Para él no tenía sentido hablar de salvación sin haber experimentado la realidad del pecado.
No pueden quitarnos nuestra relación con el Señor, ni nuestra salvación, pero sí amargarnos el ánimo e impedirnos disfrutar con él.
La interpretación que hizo Müntzer del cuarto Imperio, Daniel 2:33, 41-43, le llevó a concluir que allí se explicitaba la necesaria unión del poder político y el poder religioso para hacer los cambios.
El desafío del totalitarismo se expresó tanto en la izquierda marxista como en los golpes de Estado que llegarían en los años 70 a países como Chile o Argentina.
Sus tres primeros libros son meras transcripciones de conferencias, editadas por distintas personas. La enorme influencia que tuvo fue personal, no por sus libros.
Müntzer y Grebel buscaron un mundo mejor. Les tocó vivir tiempos de cambios vertiginosos.
La fe cristiana nos compromete con el mundo y con el prójimo apaleado y tirado al lado del camino.
A diferencia de los actuales debates de apologética como espectáculo, Schaeffer no entendía que se podía dar testimonio de la fe sin interesarse por las personas.
La radicalización de Müntzer iba en ascenso y sin punto de retorno. Su fama trascendió.
Debería replantarse la iglesia para ver como puede ser mucho más efectiva en las transformaciones sociales que necesita el mundo.
Era un gran discutidor, pero no agresivo, sino amablemente persuasivo. Trataba de convencerte hasta con lágrimas en los ojos. El interés no era académico, sino sobre la verdad de la vida.
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