El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Era un hombre lleno de gracia. Le costaba vivir en el actual escenario de la sociedad americana, tan polarizado en el norte y el sur, pero también en un mundillo evangélico cada vez más politizado.
Su lectura es tan molesta e inquietante para el optimismo humanista contemporáneo que puede ser tan dolorosa como un puñetazo en el estómago. Desvela nuestro oscuro corazón.
La educación no es un compartimento más en nuestro fragmentado modo de vida, sino que sigue siendo un desafío para todos aquellos que creemos que el conocimiento de los hechos se relaciona con el sentido de la vida del hombre y el mundo.
Toda su obra es una búsqueda de redención. Por eso, dice el músico, “he intentado leer la Biblia un tiempo”.
Pocos cineastas como él han plasmado la soledad del ser humano, que hace vagar a sus personajes en busca de la redención de un padre ausente.
Más allá de las ideologías y los credos, están las personas. Y cuando se produce una química tan extraña como la que hubo entre Paisley y McGuinness, surge el entendimiento e incluso la complicidad.
Se pueden decir de él muchas cosas, pero si hay algo que caracteriza su trayectoria, es su preocupación espiritual, algo tristemente ausente en la mayor parte de la literatura española actual.
Para los que crecimos durante la guerra del Vietnam, sus imágenes nos evocan el horror. Si has conocido a veteranos de Nam, habrás observado que son particularmente reticentes a hablar sobre el tema.
Es curiosa la fascinación que tiene por la figura de Jesús. “Jesús te ama más de lo que nunca sabrás”, dice a Mrs. Robinson.
Nadie puede dudar de lo genuino de la fe de Little Richard. Te parecerá poco ejemplar y contradictoria, pero no podía ser más auténtica.
El cine captó el horror de un conflicto, que lejos de exaltar los grandes ideales, mostró la podredumbre humana.
Cohen era un judío obsesionado con Jesús. Las referencias a los Evangelios llenan muchas de sus canciones desde los años 60, aunque su espiritualidad se hizo cada vez más compleja.
La película de Sabatino comienza con el título de “una historia bíblica”, no porque cuente la vida de un personaje de la Escritura, sino porque en su protagonista reconoce la sabiduría y necedad de muchos caracteres bíblicos.
El maestro del thriller de los 70 quiso hacer una “parábola para el siglo XX” que “pretende ser una obra moral que refleje la lucha entre el bien y el mal”.
Siempre hay razones para temer. Las promesas de Dios son que la Gracia que necesitas hoy no te faltará mañana.
Uno de los misterios de Tolkien es cómo un católico tan proselitista como él, se pudo resistir a la tentación de hacer de su obra una alegoría más clara de su fe.
Como en tantas películas de Stanley Kubrick (1928-1999), lo que al director le interesa de la novela de Nabokov, Lolita (1955), es cómo el intelectual protagonista cree tener un plan perfecto para realizar sus fantasías, cuando todo le sale inexplicablemente mal.
No se puede explicar la vida de Stanley Kubrick (1928-1999) sin esa búsqueda continua de control sobre su obra.
El tema es una constante en las historias de Kubrick: un plan de acción supuestamente perfecto, que se echa a perder por errores y circunstancias, que muestran la falibilidad y el destino del ser humano.
Quien rechaza el concepto bíblico de pecado no sólo no entiende el mundo, sino que tampoco se podrá comprender a sí mismo.
Psicosis (1969) es la cumbre del terror psicológico. Su clima asfixiante produce tal inquietud que se ha convertido en parte del imaginario colectivo.
Hagamos un recorrido por la literatura de habla hispana del siglo pasado, para ver lo que piensan algunos de los autores más importantes sobre Jesús, en un episodio tan concreto como es su nacimiento.
Esta historia nos muestra también las inquietudes espirituales de una generación hambrienta de redención.
Si tuviera que escoger a un director de la historia del cine, sería sin duda Hitchcock. Y de toda su inmensa obra, me sigo quedando con Vértigo.
El problema por el que Dickens se aleja de la fe ortodoxa, para abrazar el deísmo unitario, es su incapacidad para ver la Providencia de Dios en la vida.
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