El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Lope concibe a la Magdalena como una prostituta de tipo cortesano, su honra puesta en boca del vulgo, la lujuria siempre presente entre sus pecados. Ninguna de estas miserias tienen apoyo en la Biblia, pero Lope ignora el Libro sagrado y prestigia la imaginación.
"El Estado lo que debe es no perjudicar la diversidad. No sólo en sexualidad, sino en política, religión. Pero este proyecto de Ley sólo permite un tipo de ideología sexual, estableciendo una sociedad uniformizada". Entrevista a Jaume Llenas, abogado y secretario general de la Alianza Evangélica Española,
Con este proyecto de Ley proLGTBI “están en serio riesgo las libertades. Los comisarios políticos pueden volver a existir en escuelas, medios de comunicación...”
Su obra puede catalogarse como una “poesía ontológica”, pues como ella tuvo bien claro, siguiendo a Novalis y Martin Heidegger, “la poesía es la fundamentación del ser por la palabra”.
Todo el morbo de la leyenda que ahora circula en torno a María Magdalena parte del desconocimiento de los Evangelios. Esta maraña de teorías y de leyendas en torno a la santa de Magdala, la primera persona que vio a Jesús resucitado, tiene su origen en falsas interpretaciones de los libros sagrados.
Jaume Llenas llama a recuperar la centralidad de la Palabra, su autoridad y relevancia para la vida diaria.
Para Bruckberger, Magdalena era María de Betania, y también esta María era la misma de la que habla Lucas.
El pastor Gary Wilkerson llamó a los líderes evangélicos a experimentar el poder de Dios en sus vidas para impactar a la sociedad, en la primera sesión del 8º Congreso Evangélico.
María Luisa Luca de Tena y Brunet dedica un largo artículo biográfico a la primera persona que vio a Jesús resucitado: María de Magdala.
“Mary Magdalene” se divide en tres actos. Los personajes principales son el tribuno romano Lucius Verus, el filósofo Annceus Silanus, Appius y Coelius.
La Magdalena del autor danés Lars Muhl nada tiene que ver con la tierna figura femenina que aparece en los cuatro Evangelios inspirados.
La única respuesta posible a la crisis debe partir de la sociedad civil, cambiando de valores y actuando organizadamente.
Régis Burnet traspasa la frontera de lo ético y llega a la blasfemia. Juega con dos términos que pocas veces coinciden, proximidad y sexualidad. Si todas las personas que mantienen una relación de proximidad con otras derivaran en prácticas sexuales, la sociedad sería un caos.
Estamos cambiando identidades heredadas por identidades elegidas. La paradoja es que las identidades elegidas son más frágiles que las identidades recibidas.
La Magdalena, muerta hace unos dos mil años, ¿dónde está? ¿En el cielo? En todo caso, en espíritu. Un espíritu, ¿puede alargar la mano a un ser mortal y entregarle “unos rollos pergaminos”?
Las invenciones e imaginaciones hasta resplandor tienen, sin ser soles ni estrellas. La imaginación de un escritor tiene el don de persuadir al lector de que lo que lee es ciencia pura, sin atender a los gritos contrarios de la razón.
Estoy firmemente convencido de que en la novela de Ki Longfellow se está cumpliendo la profecía del apóstol Pablo: “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2ª Timoteo 4:3-4).
“Desterremos de nosotros toda sospecha”, gritaba Séneca. La sospecha envanece, escribía años después el apóstol Pablo. ¿Se puede atribuir a la sospecha naturaleza de verdad? La autora del libro admite que su hipótesis es pura sospecha, pero lectores ávidos de sensaciones nuevas digieren estos cuentos sin más.
Entre Dan Brown con su “Código Da Vinci” y Juan Arias con su “María Magdalena” transcurren dos años, pero el cura apóstata da la razón al novelista inventor de fábulas.
Así es la novela. Todo lo aguanta. Con todo carga, por muy disparatado que sea. Ninguna pretensión de originalidad. La suma de artificio vano, falso, inconsistente.
El tener que ganarse la vida con la literatura perturba la serenidad y a la mentira no se le da importancia. Se la considera parte del oficio. La pluma –decía Byron- ese poderoso instrumento de los hombres insignificantes.
A un investigador como lo presenta el libro se le exige rigurosidad, documentación, como menos. Nada de esto aporta el autor. Y el lector, por lo general, no está en disposición de averiguar sus insinuaciones.
Cuando surge un tema que capta al público, los editores se vuelcan en la producción de obras que especulen sobre el mismo entramado. Es su negocio. Y hay un empecinamiento literario en casar a Jesús con María Magdalena.
Venturosa la novela, en general, que admite todas las fantasías capaces de ser inventadas en la mente del humano.
La Iglesia, la de Dios, está más allá de las organizaciones y de las instituciones. Ninguna institución, Iglesia, etc. es la exacta representación de la Iglesia de Cristo.
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