El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Para ese extraño y maldito dios de las riquezas, no existe ni valora el ser. Está embotado en el mundo del tener.
Nuestro Dios se muestra como valedor de los pobres, de los oprimidos, de los abusados e injustamente tratados.
No sería muy arriesgado decir que El Quijote puede estar en línea con las figuras del profetismo del Antiguo Testamente: defensa de los débiles, búsqueda de la justicia, denuncia de los abusos.
Las consecuencias económicas y humanitarias de esta infección contagiosa son realmente de un alcance fatal.
Jesús fue libre ejerciendo su libertad en compromiso con el hombre y con el mundo de una manera amorosa, ética y muy humana.
Hay que analizar el mundo con ojos solidarios, las relaciones humanas con sus desequilibrios. Luego, lanzar palabras de denuncia y hacer justicia que, en la Biblia, siempre va a ir junto a la práctica de la misericordia.
La religión que no nos compromete con el prójimo sufriente es engañosa. Hay que sentarse al lado de los pobres de la tierra compartiendo la vida, el pan y la Palabra.
El “no hombre, el que está en el “no ser” de la marginación, no puede gritar, no puede hablar, su voz no es oída ni escuchada por nadie.
Lo peligroso para el poder dominante son aquellas informaciones reales que son capaces de cambiar la opinión de las personas.
Han pasado ya veinte siglos desde que nació el Maestro y aún no hay lugar en los mesones de la vida.
Los cristianos, arropados por los valores del Reino, deberíamos estar en la vanguardia aproximando el reino de Dios allí donde hay víctimas de los corruptos, de las estructuras económicas y políticas injustas.
Se nos reclama, bíblicamente, el uso de la palabra, hablada o escrita. Una palabra que explote en forma de denuncia, de grito por solidaridad humana.
La justicia y la misericordia hacen preguntas diferentes. Un artículo de Paul Campbell.
Hemos convertido ciertas prácticas de la fe en méritos personales para ganarnos el favor de Dios.
La persecución siempre vulnera los derechos del perseguido.
También, en nuestro momento histórico, hay muchos obreros injustamente pagados que necesitarían de la justicia misericordiosa que usó Jesús con los trabajadores de la viña.
El no ver al Dios humanado en Jesús, y dejar de mirar al Padre a través de Él, nos puede llevar a olvidarnos del prójimo.
¡Hay justicia para los débiles y oprimidos de la tierra! ¡Escuchad! Jesús se identificó con vosotros, débiles de la tierra.
Los valores cristianos, los valores del Reino, pueden redimir la vida política.
El Adviento pone los cimientos de una gran revolución que nos hace estar exultantes de alegría. Cuando llegue su final e irrumpa la Navidad, el Nacimiento, se establecerá el reinado de Dios en la tierra y a los pobres será predicado el Evangelio.
En el fondo, orar por los políticos es orar también por el prójimo afectado por sus políticas, es orar a favor del prójimo que se va a ver favorecido o no, por estas políticas partidistas.
El auténtico ritual debe estar avalado por el compromiso con el prójimo, con el hombre y, fundamentalmente, el hombre necesitado.
Dios escucha esos alaridos dolientes y quiere potenciarlos con su megáfono divino, pero, en muchos casos, ese nuestro Dios se encuentra con personas ensordecidas ante el sonido de su megáfono divino.
Tenemos que responder con gratitud tanto con palabras como con acciones. Tenemos que deleitarnos en la comida, lo cual expresa amor a Dios.
A veces, en nuestra buena voluntad y la de nuestros pastores, nos acostumbramos a vivir la espiritualidad cristiana como una ética de cumplimientos virtuosos.
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