El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Esa nueva ley es la obediencia evangélica, la fe, y el arrepentimiento, obras ambas en manos del pecador, que le han sido ofrecidas por la gracia como único medio de salvación.
Se trata, pues, de que el ministro, el predicador, conozca lo que sucedió en la cruz, y de eso depende luego cómo la predique.
Cuando con el calificativo citado se descalifica, lo que ocurre es que se pierde la ocasión de estudiar un contexto que tiene muchos puntos valiosos para nuestro propio tiempo.
Todo en la mano de Dios, y de su voluntad. Eso es Jeremías, con sus lamentos, y eso es el Nuevo Testamento, con su carta especial a los Romanos.
Hasta la muerte, no es sólo un lema, es la vida. Somos unos privilegiados. Con pensión o sin ella, siempre saciados de grosura, siempre con mesa abundante.
Resulta paradójico el hecho de que fue precisamente el carácter ‘apolítico’ de la Reforma aquello que permitió su enorme efectividad política.
En el Nuevo Testamento, yo al menos así lo veo, hay una indiferencia política. Pero se requiere gran diligencia y vigilancia sobre las doctrinas que dañan.
En este artículo hablo de Antonio Carrasco, Agustín Arenales, Lorenzo Lucena, Miguel Trigo.
Con la Escritura tenemos el deber de cerrar la boca de esas enseñanzas vanas y sin provecho.
Con nuestro buen flamenco Aventroot no solo leemos ese documento confesional fundamental en las iglesias reformadas, sino también aspectos de la situación en que se encuentra la Reforma en ese tiempo y territorio.
Mientras continúan las incógnitas sobre qué supondrá a la práctica la aplicación del acuerdo migratorio de la Unión Europea, las voces de expertos continúan cuestionando el detalle del texto.
Reiterar la importancia de esos momentos donde la Reforma se reafirma, o se desmorona, es de gran utilidad.
El partido remonstrante no toleraba el modelo de confesionalización que se habían dado en los estados de las Provincias.
Las violentas medidas de represión impidieron entonces el desarrollo del protestantismo en nuestro país.
Sin caer en vanas palabrerías, en discusiones sin terminación, es lo cierto que aquí se dirimen asuntos como los que hemos tratado en conversaciones anteriores, especialmente sobre la capacidad de la razón respecto a las cosas del Espíritu.
Escribo del sentido del heroísmo y del lugar que ocupa en el capítulo once de la epístola a los Hebreos.
La idea de una España unida, imperial y gloriosa es, para algunos, tema religioso.
Que esa “paganización del cristianismo” mata cada día a Cristo es lo que nos atañe, no solo en el XVI, también en nuestro tiempo.
Lutero no puede aceptar la pretensión de Aristóteles de que exista una dimensión teórica puramente contemplativa, por la cual la razón humana ve desinteresadamente el bien y nos orienta a él.
Comentamos la actualidad semanal, atendiendo a temas como la inmigración, el control del acceso a la pornografía y la persecución a los cristianos en el mundo.
Por ese cristocentrismo Lutero conquistó algo que en ningún momento la cristiandad anterior había tenido: reconciliarse con la potencia del humanismo.
Más que un revolucionario religioso, Lutero de hecho provocó una revolución mental que se volcó en la religión porque era la única manera que tenía un teólogo y un monje de luchar contra sí mismo.
La Palabra, la Escritura, según la misma Escritura, y que la Reforma expuso, siempre es fresca, nueva. Brota a cada instante.
Los inicios de la Reforma son un ejemplo del poder de Dios en medio de un espacio de lo más adverso.
Me alarma la cantidad de eslóganes que promueven la intolerancia, todo ello en nombre de la libertad de expresión. Un artículo de Martin Accad.
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