El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuando nos acercamos al vacío, es que Dios nos muestra el paso ya preparado.
Cuando algo anda mal, solo aquellas personas del alma van a estar junto a nosotros; y muy por encima de todo, nuestro Dios.
¿No somos todos un poco como Felipe y Andrés, según se nos presentan las circunstancias? Vemos la realidad que nos nubla, no el prodigio que puede suceder.
Aunque pasemos por momentos de dolor sabemos que Dios no sólo está a nuestro lado, sino que nos fortalece siempre.
Desde hace ya algunos años, nuestros hermanos en India, que soportan la marginación, la violencia y la mentira, pero también comprueban los milagros de provisión y protección de Dios.
Jesús es bueno, cumple con su misión. Se entrega generosamente por los suyos. No es un pastor asalariado que trabaja para el dueño del rebaño. No abusa. Sí reparte ternura y amor, conoce a cada oveja en lo más íntimo.
Dios sabe lo que está sucediendo en cada momento, y su carácter, su justicia y amor son la base del Universo.
Hay países mucho mejores que Líbano para vivir, pero la pregunta no es: “¿Dónde estoy viviendo?”. Más bien; “¿A quién adoro y a quién me someto en el lugar en el que vivo?”.
Nosotros creemos vivir felices en la seguridad de ir construyendo todas las áreas de nuestra vida, Dios nos enseña lo que significa vivir una aventura diaria.
La herencia cristiana ha puesto delante de nosotros la posibilidad de lograr un justo equilibrio de la personalidad confiando todas nuestras ansiedades a Cristo.
Este mundo es mucho mejor por las pequeñas decisiones de miles de personas que no se rinden.
Sé que Él nunca me abandona. Susurro un verso. “Encomienda a Jehová tu camino. Y confía en él; y él hará”.
Es liberador asumir que lo que siento o percibo en medio de mi dolor puede que no sea la verdad absoluta.
Mientras leemos la Palabra de Dios vivimos la vida prestando atención a la Vida que Dios quiere para nosotros, a la vez que aprendemos de la vida de todos aquellos que nos precedieron.
Dios lo revoluciona todo. Nos desconcierta a los humanos. Pero al final todo confluye para bien.
Pienso en lo que pide Dios de mí; en ocasiones una terrible soledad, viento y frío en el alma, todo por poder rescatar de una muerte segura a alguien, para poder iluminar el sendero en el mar.
Pienso en ese primer abrazo que recibí de Jesús, cuando venía de la nada, cuando estaba herida. Y Él lavó y curó mis heridas.
En nuestros tiempos de convalecencia Dios hace cosas increíbles. Las hace a nivel personal, pero también de iglesia, cuando nuestras fuerzas están bajo mínimos.
Antes de emprender el camino hacia el sueño, permanezco atenta al suave silbido que me acaricia el alma para darme el merecido descanso.
Sabemos que tenemos que abandonar la vida que hasta ahora llevamos. El camino cuesta, se hace largo. Pero Dios nos guiará a salir del vano entorno.
Muchos ya no comprenden que el matrimonio puede ser algo sublime, si sabemos trabajar el amor.
Porque el corazón del hombre y la mujer no ha cambiado, es fácil cruzar la línea entre lo puramente imprescindible para la supervivencia, y convertir en necesidad lo que realmente no lo es.
En este tiempo de crisis se hace, creo, más necesario que nunca establecernos fuertemente en el Dador de las promesas, más que en la bendición misma que nos ofrece, por mucho que la necesitemos.
Sólo Dios puede hacernos ver con otros ojos lo que se cuece a nuestro alrededor, sólo Él puede hacernos emitir algo de ese amor que nos lanza a raudales.
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