El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Solo el Altísimo puede transformar nuestros miedos en bendición y reorientarlos hacia promesas maravillosas.
El que nació en Belén, es capaz de cambiar mi lamento en baile, es capaz de con solo su presencia, llenar mi alma.
Un breve texto de Octavio Paz, con el que desarrolla una interpretación tan audaz como inquietante de los dogmas cristianos.
Si Dios estableció el principio de la importancia de los testigos para impedir las falsas acusaciones, es lógico que a la hora de llevar a cabo la encarnación de Jesucristo, también lo hiciera dando testimonio por medio de los mensajeros que Él mismo había preparado de antemano.
Hagamos un recorrido por la literatura de habla hispana del siglo pasado, para ver lo que piensan algunos de los autores más importantes sobre Jesús, en un episodio tan concreto como es su nacimiento.
Es realmente asombrosa, además de maravillosa, la venida de Jesús al mundo de los mortales de forma tan sencilla cómo paradójica.
Lo que era algo deseable en el paganismo, que por mucho que significara la igualdad entre los hombres duraba una semana, en el cristianismo la reconciliación entre los hombres vendría a ser una realidad completa y permanente.
Esta historia nos muestra también las inquietudes espirituales de una generación hambrienta de redención.
El pesebre, en toda su debilidad, tiene una carga subversiva que agita los valores predominantes de prestigio y poder del mundo contemporáneo.
La irrupción del Mesías ignorado por los suyos en Israel nos demuestra la deliberada aproximación del Dios que se hizo hombre hacia la raza humana caída y perdida en sus muchos extravíos.
La narrativa resiliente de la Natividad todavía declara que el Hijo de Dios se convirtió en el Hijo del Hombre para que los hijos e hijas de los hombres pudieran convertirse en hijos e hijas de Dios.
Si hay algo particularmente cristiano, eso es la Encarnación, una doctrina incomprensible, tanto para el judío, como para el pagano. No está mal pensar en ello, por lo menos una vez al año.
Todos tenemos cabida junto al pesebre, todos debemos estar allí para adorar al recién nacido, irrumpir radiantes de gozo ante su llegada.
Según los datos publicados por Lifeway Research, cuando se habla de “cristianos activos” que sí afirman creer que Jesús existiera antes, la cifra solo alcanza el 63%.
La ahora también fallecida Paloma Chamorro le definió una vez como “un artista del sur dado al orientalismo, inmerso en una especie de sincretismo religioso, al que le gusta proceder por símbolos y alegorías”.
Jesús se dio cuenta de que la gente no quería solo escuchar, sino también ver, algo que corroborara lo que habían escuchado.
Conocer y creer al Dios bebé, el Señor de Señores, nos ha enseñado que este mundo solo cambia cuando se buscan primero los valores del reino de Dios y su justicia.
Mucho tiempo después, pude descubrir el verdadero significado de la Nochebuena, como fue la bendita llegada de Jesús al mundo.
Lo que la gente llama muchas buenas obras, no son más actos para nuestra propia gloria que a Dios no le impresionan.
La irrupción del Mesías ignorado por los suyos en Israel nos demuestra la deliberada aproximación del Dios que se hizo hombre hacia la raza humana caída.
Toda la suma de nuestra esperanza como seres humanos finitos descansa en esa inmensa realidad que anuncia la temporada de Adviento.
Un poema de Francisco Luis Bernárdez, tomado del libro Jesús en la Poesía. P. Pablo Schneider, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1955. (Selecciona Isabel Pavón)
En época de Adviento y aproximándonos a la Navidad, comprobamos la experiencia de un Dios que no puede dar la espalda al mundo porque es amor.
La Navidad enseña que solo Dios nos puede salvar, que no nos podemos salvar a nosotros mismos.
No era del mundo, mas se sometió a nuestras vicisitudes menos favorables, como los que hoy tienen que hacer cola para conseguir unos papeles que los saquen de la ilegalidad.
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