El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Según la Biblia, el que duda es como «la arena del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra» (Santiago 1:6).
Dudar me hace mejor pastor y apologeta, porque me obliga a profundizar más y me ayuda a entender la dificultades de los que no creen.
El obrero transcultural debe fundamentar su realización personal no en los “logros” sino en oír “la voz del esposo”.
Hasta que un día Eva dijo a Adán “tenemos que hablar”.
Hemos de acabar cuanto antes con la duda bloqueante, este asesino invisible de nuestra fe.
¿Cómo los niños pueden mantenerse firmes cuándo todos a su alrededor les presionan por pertenecer a una familia cristiana?
¿Falló su fe? ¿Un defecto del amor?
¡Cuántas veces retamos a Dios! Somos jactanciosos, no sopesamos nuestra debilidad.
Una manera de solucionar el nudo gordiano, no deshaciendo su complejidad intentando entenderlo, sino cortándolo.
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