El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Líderes cristianos de cinco países describen el consumo de alcohol en su sociedad y cómo lo ven las iglesias: “un consumo moderado no resulta problemático para la mayoría de los evangélicos”.
“La juventud ha perdido la esperanza y el sentido de la vida, y se droga”, asegura un médico y escritor cristiano finlandés.
Islandia y otros países nórdicos se encuentran entre los más dependientes. Portugal, Reino Unido y España duplican el consumo en dos décadas.
Luxemburgo, Alemania y Suiza planean legalizar pronto su uso recreativo. Italia celebrará un referéndum público. En España el debate está presente en el Parlamento.
El productor independiente Mario Ramírez publicó un documental que muestra las terribles consecuencias de involucrarse en el mundo de las drogas y cómo Dios puede restaurar las vidas de los afectados.
Se trataba de la vacuna más efectiva existente, cuya virtud principal era que estaba exenta de efectos secundarios.
Aunque sólo hicieron música durante cinco años, el carismático y autodestructivo Morrison logró forjar una leyenda a partir de su misteriosa muerte.
No era un movimiento al uso. No tenía programa, ni manifiesto alguno, sino que más bien era una eclosión improvisada de expresión creativa juvenil.
La pornografía y las drogas son cada vez más aceptadas por la población británica. Las relaciones homosexuales, la eutanasia y el aborto son otros aspectos cuya percepción moral también ha cambiado en el Reino Unido durante los últimos 30 años.
Miembros de iglesias cristianas en la ciudad han muerto durante los tiroteos por causa de la detención del hijo del ‘Chapo’ Guzmán.
El siglo veinte comenzó con optimismo. La suposición que prevalecía era que somos fundamentalmente buenos y el avance de la civilización haría que el amor fuera una realidad universal. ¿A dónde han ido las flores? La utopía ha fracasado.
Casi medio millón de jóvenes se reunieron en torno a la música del 15 al 18 de agosto de 1969. El festival fue algo más que un acontecimiento musical.
Por fin la sociedad vivió como nunca antes, en paz y seguridad.
La expresión de Keats que ha escogido Faithfull para hablar de la “capacidad negativa” recuerda al lenguaje del apóstol Pablo en Romanos 7, cuando reconoce que “no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere”.
Tenemos que aceptar el diagnóstico de Dios, para poder aceptar su remedio. Y si en Cristo está la salvación, el problema es el pecado.
Un think tank que ha analizado el programa de los últimos años del festival LGTBI de Suecia ha encontrado una alarmante colisión con las políticas de salud. El estudio muestra la “colorida oscuridad” del movimiento, dice Per Ewert, del Clapham Institute.
Los hippies exploraban el efecto de las drogas en nuevas formas de amor y convivencia. Pero con el tiempo el sueño se convirtió, para muchos, en una pesadilla.
ONGs evangélicas promueven un estilo de fiesta sin alcohol ni droga, y prestan asistencia sanitaria a decenas de jóvenes inconscientes y cientos en estado de embriaguez.
La vieja y sucia ciudad de los “años de la coca y la música disco” –que recrea la serie Vinyl–, era un mundo tan sórdido y peligroso que si Scorsese y Jagger no hubieran estado allí, nos costaría creer que fuera así.
Sigo creyendo en el poder persuasivo e higiénico de la palabra hablada e impresa y, al mismo tiempo me digo: “pero ¿quién soy yo?
Ante la encarnizada violencia producida por la corrupción, la maldad, el egoísmo, la ambición de los grupos organizados, la tarea comienza por reconocer que la unidad del cuerpo de Cristo es clave.
Los jóvenes que tienen una relación más afectiva con su progenitora tienen menos tendencia a consumir alcohol, tabaco o cannabis.
Me encantaba ver jugar a Martina Hingis, y cuando se supo su problema con la droga recordé la frase que Pablo escribió a los gálatas: «Vosotros corríais bien, ¿quién os impidió obedecer a la verdad?»
José Luciano Casillas, El Pecas, surfista de élite con una vida de película, pasó por las drogas y la esquizofrenia. Su vida, llevada al Surfilmfestibal de S. Sebastián con el título de “Josué 1.8”.
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