El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ya desde los inicios del cristianismo, la mujer se consideró apta para predicar el evangelio y enseñar las verdades de Cristo.
El “género” no es un tema aislado, sino que forma parte de una escala de mayor significado.
Que exista esta increíble inmensidad cósmica o la enorme diversidad biológica no es un argumento contra la existencia de Dios.
Cuando uno mira estas curiosas formas que recuerdan artísticos edificios no sólo descubre belleza estética sino intrincados diseños de ingeniería.
El diseño se puede probar buscando indicios de inteligencia en la naturaleza y reconociendo que la mejor explicación es aquella que apela a un agente inteligente y no a la casualidad sin propósito.
La Biblia presenta a un único Dios, frente al politeísmo primitivo mesopotámico, y afirma que el mundo tuvo un principio, en contra de la idea de eternidad de la materia acuosa que tenía esta religión.
¿No es lógico pensar que nuestras mentes finitas evidencian la existencia de una mente superior que las creó?
Desde los supercúmulos de galaxias hasta la propia Tierra, todo evidencia cuidado y protección hacia la especie humana.
Si se compara el texto completo del ADN humano con el del simio, los parecidos son notablemente inferiores. De entrada, ni siquiera tenemos el mismo número de cromosomas.
La Biblia comienza con un mensaje único, provocador y liberador sin igual.
Los pelícanos han sido objeto de una profunda simbología espiritual ya que se les ha relacionado con el amor materno, la solidaridad y la caridad cristiana.
El Autor de la vida fue el Dios del Sinaí y el Dios del Calvario.
Ni la vida ni los ecosistemas naturales existirían sin esta extraordinaria reacción química que viene ocurriendo silenciosamente desde los orígenes.
Si vamos a aventurarnos en el espacio, ¿no deberíamos al menos abordarlo de una manera verdaderamente sostenible?
No existen tantas evidencias de la evolución como la gente suele creer. El creador podría haberlo hecho todo a partir de la nada repentinamente, o bien por medio de la creación de tipos básicos de organismos que poco a poco se diversificaran por microevolución.
¿Acaso el raciocinio humano no puede ir de la mano de la esperanza teísta?
Hay que admitir la creación como un principio necesario e irrefutable. Por mucho que esta conclusión pueda desagradar a algunos, lo cierto es que la ciencia actual asume que el universo no ha existido siempre.
Pidamos perdón al Señor por todo lo que hacemos mal, del poco cuidado que tenemos con la gran misión que se nos ha encomendado. Todos nuestros actos, buenos o malos, repercuten en la Tierra.
La validez actual del principio de conservación de la masa-energía no tiene que ver tanto con la eternidad de la energía sino con las transformaciones que ésta experimenta en el mundo.
El universo rebosa intención desde la partícula más elemental a la más remota galaxia. Y en las fronteras invisibles de la materia, allí donde se hace borrosa la realidad, se intuyen los caminos del espíritu.
Dios es un Dios creador, creativo que ha hecho grandes maravillas, ¿acaso lo hemos olvidado?
El agua es la sustancia que más nos une y la que más hemos compartido de una forma u otra con cada organismo vivo que jamás ha existido en el planeta tierra.
Quiero escoger dos términos clave: fe y palabra. Porque creo que se trata de dos conceptos recíprocos e indisociables. La fe nunca puede ir sola sin la palabra.
El verdadero amor solo se podía proponer en términos de elección libre.
Aunque las instituciones continentales hablan de una mejora de la calidad del aire, expertos alertan de que “cada año que pasa, la dificultad de mitigar el impacto aumenta”.
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