El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El estado natural de un hijo de Dios es la despreocupación y la confianza en su Padre Celestial.
Sea cual sea la situación, Dios sabe qué hacer con ella y cómo cuidarnos.
Eso es lo que hace la religiosidad en nuestra vida: matar la relación con el Señor.
Demasiadas veces, incluso en nuestra vida cristiana, queremos hacer muchas cosas sin darnos cuenta de que la clave de todo es Jesús.
Todo lo que Dios creó nos da placer y nos enseña a disfrutar. Cualquier situación, circunstancia, relación, etc., fue diseñada para nuestro bien.
A veces nos sentimos desesperados y solemos orar aguardando lo imposible, pero siempre deberíamos preguntarle: "¿Es tu voluntad hacerlo?"
A veces nos sentimos desesperados y solemos orar aguardando lo imposible, pero siempre deberíamos preguntarle a Dios "¿Es tu voluntad hacerlo?".
Ni siquiera la oscuridad más absoluta puede vencernos cuando estamos en las manos de Dios.
Cuando lo vemos, no podemos dejar de llorar y temblar, mientras él nos regala una gracia imposible de definir.
Alguien sabe exactamente qué notas tocar, qué silencios colocar y qué ritmo debe existir para que mi vida llegue a ser una de las más impresionantes melodías de la historia.
Dios creó al ser humano el sexto día, así que lo primero que este aprendió del carácter de su Creador es que tenía que descansar.
Todos fuimos creados por Él, aunque alguna que otra vez nuestra “música” no sea la más adecuada.
La Biblia nos enseña a vivir de una manera completamente diferente: la clave está en disfrutar mientras recorremos el camino. La felicidad no está tanto en la llegada sino en lo que vivimos cada día.
Lo único que puede llenar nuestra vida es lo eterno, aquello que tiene que ver con un corazón “lleno” de Dios.
Debemos esperar siempre, esperar a que él haga lo que parece imposible.
Podemos sentir la dulzura de nuestro Creador en cada momento del día a día.
Tenemos que poner toda nuestra vergüenza en las manos del Señor, porque él puede darle la vuelta a todas las circunstancias.
Dios nos diseñó de tal manera que cuando amas a una persona el tiempo suficiente, puedes llegar a comprender quién es realmente.
Aún ante lo que parece imposible, Dios siempre tiene la última palabra.
Él conoce cada uno de nuestros cabellos, de nuestras necesidades. Él cuida a los gorriones, sabe incluso a qué precio los venden los hombres.
Nos hemos olvidado de estar con Dios y de disfrutar con él; así que, quizás tengamos que volver al desierto para abrazar a Dios.
Podríamos seguir días enteros hablando de cada una de nuestras invenciones mientras seguimos viviendo en la oscuridad, y lo peor de todo, ¡sin querer disfrutar de la luz!
Dios nos dio el poder para decirlo. El mal está ahí, a la puerta, pero nosotros podemos vencerlo.
Dios puso dentro de nosotros la necesidad de ver una justicia absoluta, el deseo de que los que hacen lo malo no queden impunes.
Jesús está llamando a todos a seguirle y él puede transformar la vida de cualquiera.
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