El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuatro temores que nos pueden convertir en personas de poca fe.
En Dios no hay peligro de despotismo, ni de arbitrariedad.
Lo peor sale justificado, porque se ha acercado a Dios reconociendo su pecado, y lo mejor sale como ha entrado, con su justicia propia. El que no tenía principios sale reconciliado con Dios y el que tenía principios sale reconciliado consigo mismo, pero no con Dios.
Por la gracia de Dios, podemos ser algo bueno, fuerte, digno, auténtico y útil, gracias a que Cristo vino a este mundo, para dar su vida en rescate por ególatras, que de otra manera nunca habrían dejado de serlo.
El gentío quería un Jesús dispensador de bienes y bendiciones materiales. Pero los bienes y bendiciones materiales dispensados momentáneamente por Jesús señalaban a los auténticos bienes y bendiciones, que son de naturaleza espiritual.
En este mundo no sólo existe la basura material, sino también la basura moral.
Una de las facetas en las que el mal se muestra de forma global es en la corrupción.
Hay un texto en la Biblia que adquiere la forma de letanía y es el Salmo 136, donde la expresión repetitiva es, hasta 26 veces, ‘porque para siempre es su misericordia’.
El resultado de esa codicia es la muerte de la estimación propia de la persona abusada, de su dignidad, de su confianza, de su seguridad, de su futuro, de su felicidad.
Hoy, como ayer, el mensaje de los embaucadores sigue siendo el mismo, teniendo muchos seguidores, que son embaucados porque quieren ser embaucados.
Como la codicia sexual es un asunto del corazón, no tiene solución, a menos que el corazón sea cambiado.
Ese Baal de antaño es, bajo otros nombres, el que ahora también quiere imponer su ley, su ideología y sus principios, que están corroídos por la desviación en la que gobernantes y gobernados se han embarcado.
La conclusión a la que se llega es que hay en este mundo una clase diferente de personas, que andan de acuerdo a otros patrones, que no consideran primordial lo que la mayoría considera primordial y que su razón de vivir es muy distinta a la de los demás. A ellos quiero parecerme.
Conformarse a este mundo es adaptarse o amoldarse a él, yendo en la corriente que arrastra todo lo que contiene hasta desembocar en un océano de muerte, que es su final.
Se llega a la conclusión de que este mundo anda al revés, persiguiendo lo que se esfuma y pasando por alto lo que perdura.
Lo que comienza siendo solamente pecado, si se justifica, se termina convirtiendo en doctrina.
Sin la gracia salvadora y restauradora de Cristo, no somos más que trigo zarandeado por Satanás.
Lo que rige en el mundo de la lógica no siempre concuerda con lo que pasa en el mundo real y eso es exactamente lo que aquí ocurrió.
A diferencia de los tiempos en que vivimos, a Juan le importa la verdad. Y le importa porque a Dios le importa.
Si todo lo que Dios hizo era bueno, la conclusión es que el mal no es obra suya.
Si de las explosiones menores no se obtiene más que desolación y terror, ¿cómo puede ser que de aquella explosión saliera belleza, orden y vida?
Lo que somos en el presente es el resultado de lo que hemos venido siendo en el pasado.
Me quedo con Jesús y su doctrina, porque si en su método de impartirla tiene en cuenta mi conciencia, también en su contenido no tiene comparación con ninguna otra.
La velocidad de escape de nuestra voluntad no es, ni de lejos, suficiente para vencer esa fuerza que nos succiona hacia la perdición.
Debemos dejar de pensar que el príncipe de este mundo tiene cierto poder sobre nosotros y que hemos de contentarnos con tener algunas migajas de libertad.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.