El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Es posible que el paso de los años haga que las relaciones matrimoniales se enfríen, que se acaban, pudiendo incluso vivir en la misma casa pero separados.
Ser joven y cristiano y vivir en el siglo XXI no es tan sencillo
Aberrante: Del latín ab-errare, que puede traducirse como “el que vaga lejos”; y, si aportamos el carácter volitivo presente en toda obra de arte, “el que decide vagar lejos”.
Las costumbres no las determina el Estado, ni siquiera son obligatorias, pero las buenas costumbres son necesarias y determinan si un Estado es bueno o ruin.
Si la sociedad es un ser vivo que ha evolucionado y se ha desarrollado en la temporalidad de la Historia, no tratemos de alimentarla hoy con las migajas que cayeron de la mesa del siglo XV.
La globalización ha acelerado sin fronteras ni barreras un proceso que siempre ha afectado a la humanidad, sobre todo con la aparición de las redes sociales. El cambio es bueno, dicen los más veteranos; pero yo digo: siempre que sea para edificar, no para destruir.
Hace poco volví a leer la historia de David y Goliat, y cambió totalmente mi perspectiva; la que fuera una historia para niños se transformó en todo un aprendizaje para mi vida.
Sutilmente, en la mentalidad de algunos de nosotros se ha infiltrado la idea de que la consagración está enfocada exclusivamente en participar frecuentemente de los cultos, cantar, orar, evangelizar, etc.
No me gustan los que separan la verdad de la caridad. No me gustan los que quieren que les acompañes en su cruzada por defender la verdad machacando sin contemplaciones al oponente. Que no cuenten conmigo para eso.
Diálogo con una experta en cultura y religión islámicas
¿Por qué los jóvenes se van de las iglesias? La respuesta desde el punto de vista de un joven.
Queda bajo la responsabilidad del conductor obedecer o rehusar obedecer a las señales de peligro que encuentra en la carretera.
Durante estos últimos días, no he dejado de meditar en la conocida plegaria enseñada por Jesús a sus discípulos y universalmente conocida como el «Padrenuestro». A pesar de su sencillez y de la ausencia de pomposas alabanzas, su contenido es realmente profundo y digno de toda reflexión.
La fe cristiana, en sus líneas fundamentales, es reconocible como tal desde apenas un par de años después de la cruz.
La iglesia no es un partido, como tampoco los partidos pueden ser convertidos en iglesia.
Ser cristiano no entra en la categoría de creencias respetables, ni modos de vida saludables o beneficiosos para nadie. Confesarse cristiano parece dar permiso inmediato a todos… a atacar sin tregua.
¿Por qué habrían de escoger los jóvenes el esfuerzo y el trabajo, si la holganza y lo prohibido llevan a la acumulación de dinero rápido y a las satisfacciones publicitarias promovidas en los medios?
Jesús se identificó con nosotros. Vino a hacer la voluntad del Padre y así transformó el mundo.
Me apena ver el sentido peyorativo que el término «católico» ha tomado en muchos círculos evangélicos actuales, así como el rechazo del evangelicalismo moderno a todo lo que posea este título.
El apóstol Juan nos indica claramente su motivación para escribir el mensaje de Jesús en su evangelio. Su interés no era describir cada uno de los milagros o contar los más espectaculares, sino que diseña su mensaje con un único objetivo: que creamos en Jesús.
Es a Jesucristo a quien debemos buscar y seguir. El Papá morirá algún día, y será olvidado. Pero quien pone su confianza en Jesucristo tiene vida, y la tiene en abundancia.
Ante la encarnizada violencia producida por la corrupción, la maldad, el egoísmo, la ambición de los grupos organizados, la tarea comienza por reconocer que la unidad del cuerpo de Cristo es clave.
Mujeres a las que Dios acompaña, bendice, castiga, mima, regaña, utiliza, recuerda y alaba. Mujeres que, a pesar de romper todas las reglas de su tiempo y del nuestro, están muy dentro del corazón de Dios. Mujeres de verdad. Como tú y como yo.
Hay quienes argumentan que solamente es necesario predicar a Jesucristo presentándolo como el Salvador personal, sin mencionar la necesidad que tiene el pecador de rendirse ante Jesucristo como Señor, preocupados como están porque tal cosa signifique realizar alguna obra o mérito por parte del pecador.
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