El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los misericordiosos son los que abren su corazón, o sus entrañas, ante el sufrimiento de sus semejantes y procuran ayudarles a disminuir sus males.
El secreto de la mansedumbre es la relación diaria con el Señor a través de la oración franca.
La perspectiva de la finitud de la vida humana es la principal responsable de la angustia vital que caracteriza a toda persona en lo más profundo de su alma.
¿Cómo vivimos los cristianos este dolor espiritual por el mundo? ¿Será quizás que no influimos más en la sociedad porque nuestra vida no es como debiera ser?
La verdadera Iglesia de Jesucristo está siempre preocupada y sufre por la maldad del mundo, vive acongojada ante el dolor que causa tanto pecado y tanta rebeldía a Dios.
Las bienaventuranzas se oponen a casi todos los valores convencionales del mundo antiguo, tanto del judío como del griego o el romano, pero también de la sociedad occidental contemporánea.
Jesús les mandó apartarse y tomar asiento a unos metros de distancia, pues era gente que olía a problemas.
El rey David era un hombre conforme al corazón de Dios; sin embargo, porque el Espíritu se lo reveló vio que su condición era la de todo pecador común que necesita ser limpio; entonces pudo clamar: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.”
Los pies del evangelista Lucas echaban sus raíces en el suelo sin dejar por ello de mirar al cielo.
Jesús no vino a aparentar nada ni hizo jamás distinción entre personas, y seguía un principio que sigue hoy también: visita y atiende a quien le abre su casa, su corazón.
Raramente se escucha a alguien quejándose por no poder llorar; más común es escuchar frases hechas blandidas cual verdades absolutas que no dejan bien a los que lloran. Sin embargo Jesús sorprendió a sus discípulos afirmando: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”
Uno de cada siete habitantes del planeta vive en la indigencia. Los seis restantes: ¿son todos ellos responsables por igual de esta cruel realidad? Las bienaventuranzas enseñan que el Señor Jesucristo otorga el Reino de los cielos a los pobres. ¿Qué recompensa reciben los que no son pobres?
Los que reciben la doctrina de Cristo sufren algún tipo de discriminación, dependiendo de la cultura donde vivan. También sufren persecuciones, encarcelamientos, torturas y muerte a manos de los poderosos de turno. Todo ello por no negar el nombre de Jesucristo bajo ninguna circunstancia1.
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