El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Aunque todo ocurrió en sueños, nada le pareció tan real como aquella experiencia onírica.
La monotonía le proporcionaba cierta estabilidad, hasta que un día se vio forzado a ir al dentista.
—Mirad las marcas de mi cuello aún sangrantes. Me arrebató con sus colmillos y casi me ahoga, pero me devolvió la vida.
La imposición de la religión o de la moral es el camino mejor pavimentado para que por él se mueva a sus anchas la hipocresía.
La Comisión Filatélica lanza un sello conmemorativo del quinto centenario de la muerte del Cardenal Cisneros, Inquisidor general de Castilla. La petición del sello conmemorativo de la Reforma fue rechazada.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
— ¿Te consideras superior a mí a pesar de que fuimos formados por el mismo Hacedor?— dijo la col.
Enfundado en una chilaba, cabeza envuelta con turbante, Rachid nos guiaba por las calles de Esauira unos metros por delante, camino del puerto.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Ciertamente era muy improbable que lloviese en el desierto.
—Ya está. ¿Qué te parece si hacemos de policías de la conducta?
“No todos los días tiene uno la suerte de encontrarse con una de esas “ovejas” que no saben que lo son”.
Y entonces, ¿yo qué soy? ¿Bueno o malo?
Un cuento de Antonio Cárdenas.
Un cuento de Anonio Cárdenas.
El convencer del Espíritu es una tarea interna, reflexiva, sin tensión, asentida en ausencia de señaladores. Ahí no podemos entrar.
—Ni el puñal ni el misil pueden algo en sí mismos, pero sí la dependencia completa en nuestro Jefe. Dejadle hacer a Él.
Un poema de Ernesto Cardenal (selecciona Isabel Pavón)
¿Sobreprotegido… o quizá sobreexpuesto?
La finalidad del trabajo debería ser garantizar el sustento de todos, y no un medio para el lucro de unos pocos.
Juan—¿Ahora nos revelas al traidor, después de compartir con él tantas cosas durante tres años?
Maestro—Hasta el final no lo he dado por perdido.
La inversión en tiempo y gasolina la daba por bien empleada este fiel creyente si conseguía mayor prestigio entre el resto de la comunidad de creyentes.
Sobre muchos cristianos jóvenes de mi tiempo se “vertieron” cosas más bien propias de un vertedero.
Habitualmente no se veían en la tesitura de necesitar la verdad ni el arrojo.
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