El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Con dos movimientos Francisco ha debilitado astutamente la “romanidad” de la iglesia tal y como la interpretaba el Papa Benedicto XVI.
Según Ratzinger, el cristianismo es el catolicismo romano y viceversa. Esta fue su convicción desde el principio hasta el final de su vida.
Me interesa algo del difunto papa, sobre todo por la aceptación de algunas de sus tesis principales por parte del mundo evangélico.
Valorar adecuadamente la obra teológica de Ratzinger se llevará todavía mucho tiempo, pero lo cierto es que hacer un balance de su vida y obra será el empeño de muchos estudiosos.
A pesar de ser “conservador” y “tradicional”, la suya era una ortodoxia católica romana completa donde no hay espacio para las “cinco solas” de la fe evangélica.
Küng enfrentó con posiciones claras al régimen papal de Juan Pablo II. Igualmente lo hizo con quien le sucedió.
El vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia es tan orgánico que para Benedicto, la Escritura, la tradición y el magisterio romano coinciden siempre porque están guiados por el mismo Espíritu.
Grebel exhorta a Thomas Müntzer para que dedique sus talentos y esfuerzo a crear una comunidad cristiana de acuerdo al Espíritu de Cristo.
En su primer encuentro, tras saludarse en el helipuerto fueron la residencia papal Francisco y Benedicto XVI. Allí se dirigieron a la capilla para rezar ante un cuadro de la Virgen de Czestochowa. A esta advocación mariana polaca le tenía gran devoción Juan Pablo II.
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