El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Solamente huyendo de la superficialidad que parece caracterizar buena parte de nuestras relaciones y reflexiones, podemos hallar sentido a la agonía que nos alcanza.
El silencio en medio del sufrimiento no es un juicio de condena, sino una purificación de la fe.
El Dios que creó y sostiene el universo, también te sostiene a ti, sólo tienes que acudir a él buscando ayuda en el nombre de aquel que se entregó por ti en una cruz.
Al valorar el mal, siempre nos ubicamos en la posición del juez que observa lo que está ocurriendo delante de él. Nuestro problema es que, por nosotros mismos, nuestros criterios son siempre defectuosos.
El teólogo alemán reconocido por obras como Teología de la Esperanza o El Dios crucificado ha muerto a los 98 años de edad.
Lo último que debe perder el ser humano enfermo es su dignidad.
En nuestros momentos más difíciles las lágrimas nublan nuestros ojos de tal manera, que casi se nos olvida que el Señor sigue a nuestro lado.
Cuando venimos al Señor, todos traemos algo o mucho de esos daños emocionales y nos conforta saber que, en Jesús, nos encontramos con la posibilidad de que toda nuestra vida sea restaurada.
El sufrimiento se vive de maneras diferentes de acuerdo a las presuposiciones que cada ser humano posee.
Sí, el abatimiento y el desánimo son compañeros frecuentes de viaje del cristiano porque en el mundo va a tener una determinada clase de aflicción que el que no es cristiano nunca conocerá.
En la historia de la redención, Dios entra en nuestra vulnerabilidad. No evita que le ocurran cosas malas, ni siquiera a sí mismo, como Dios-hombre.
No es casualidad que el Dios que se revela en Cristo Jesús sea un Padre que ha conocido el dolor en su propia carne.
Detrás de un corazón aparentemente duro se esconde un ser humano frágil, con una gran necesidad de luz y de verdad, de amor, de perdón y de esperanza.
Una introducción al libro ‘Rosas por cenizas’, un estudio cristocéntrico desde el libro de Rut escrito por el pastor Miguel Ángel Pozo.
Cuando el dolor nos ataca nos hacemos más sabios, porque el sufrimiento nos obliga a reflexionar.
El Espíritu Santo puede ayudarnos a reconocer y procesar nuestras emociones, a buscar apoyo en Dios y en los demás, y a encontrar esperanza y fortaleza en las promesas de Dios.
Los días cambian cuando nos damos cuenta de que hay Alguien que siempre está a nuestro lado y que no nos abandona nunca.
¿Son nuestros instintos naturales la mejor indicación para conocer la realidad del Evangelio y sus implicaciones en el mundo?
El dolor inmerecido de Jesús fue el que transformó la historia ¡Su muerte nos dio vida a nosotros! Aún así, nos resulta difícil de comprender, porque ninguno de nosotros quiere ponerse en el papel del redentor.
Es falso ese mensaje que cada vez se extiende más en los círculos “evangélicos” que dice que si vienes a Cristo no tendrás problemas y que “serás feliz” y “muy bendecido”.
Solo Él pudo compadecerse de esa iglesia sufriente; y, al presentarse como el que murió y resucitó, le infunde esperanza en la segura recompensa: el reino de los cielos.
La Iglesia puede y debe ser un lugar donde las personas puedan hablar sobre la pérdida de su negocio, su frustración y confusión sin ser presionadas a explicarlo.
A todos nos parece que nuestro dolor tiene algo de peculiar, y sobre todo por el hecho de ser propio. Es al observar esta vida que, necesariamente, debemos comprender que solo somos un grito del coro de voces.
Si de conocerle a Él se trata, tarde o temprano no será sin lágrimas. Porque “el exilio” produce lágrimas.
Nuestra fuerza no está en los propios recursos, sino en la gracia de Dios.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.