El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La palabra eternidad es la que nos va a ayudar a dar contexto al concepto de “un poco de tiempo”.
No se trata de estar en un pánico constante, ni en una sobrevigilancia obsesiva, pero sí de estar atentos, velar y seguir teniendo presente lo frágiles que somos.
¿Cómo es posible que alguien ande sobre nuestro miedo como si no pasara nada?
Nuestras debilidades no sólo nos ayudan a desarrollar nuestro carácter cristiano, sino que también profundiza nuestra adoración, porque al afirmar nuestra debilidad, afirmamos la fortaleza de nuestro Dios.
Si hay algo que Jesús ha dejado claro, en el N.T., es que Dios no es un sádico que se complace en hacer sufrir al ser humano.
Culpar a Dios es una actitud que viene de lejos, comenzamos a verla en el relato de la Creación.
El duelo es un camino. Únicamente sabemos dos cosas: que no existen atajos y que tiene que andarlo, paso a paso, uno mismo.
- Bueno, no sería el caso, porque él también sufrió el sinsentido.
La convivencia con la muerte se ha vuelto especialmente patente durante la epidemia. Pero, ¿qué hay de sus efectos?. “En el duelo no hay solo dolor, hay amor”, dice el psiquiatra evangélico Pablo Martínez Vila.
El no ver al Dios humanado en Jesús, y dejar de mirar al Padre a través de Él, nos puede llevar a olvidarnos del prójimo.
Después de la pandemia no ocurrirá nada que no esté comenzado a suceder ahora, porque lo que seremos entonces lo dirá cómo vivimos y aprendemos en este momento.
Ante el coronavirus, ante la enfermedad, ante la muerte inesperada, debemos trabajar en una ética que busque el rostro humano, el rostro de los sufrientes en este momento de pandemia.
Siempre he valorado la presencia de los mayores, vidas plagadas de sabiduría que nos han legado tanto por lo que seguir luchando, pero que hoy, en estas circunstancias tan adversas, valoro aún más.
Las bendiciones dan vida, las maldiciones la quitan.
Esta crisis nos ayuda a entender que nada humano nos es ajeno.
Necesitamos la ayuda del Señor para que Él nos dé las palabras oportunas en cada situación. Un artículo de Eduardo Bracier y Ester Martínez.
La sed física de Jesús pierde parte de su valor si no lleva a sus hijos a la sed de justicia.
Como muchos creyentes, el personaje de esta obra se siente perplejo ante la relación que muestra la Biblia entre ciertas plagas y el juicio de Dios: ¿se puede aplicar eso a cualquier epidemia hoy en día?
El evangelio ha moldeado personas, comunidades e incluso países desde los tiempos de Jesús. Muchos tienen miedo de este poder y hacen bien en temer.
Queremos algo distinto, pero cualquier cosa menos esa Navidad que nos molesta porque exige de nosotros una respuesta que nos cambiaría la vida.
No hay que arrancar, desarraigar, desconectar la Navidad del fuerte compromiso de Dios con los hombres.
“Nadie sabe el problema que he pasado”, dice el góspel tradicional del siglo XIX. Y su versión del XX añade: “Nadie sino Jesús”.
Al valorar el aporte que aquel sufrimiento trajo, lo hacemos “a toro pasado”, una vez transitado el camino porque, mientras estábamos en él, todo parecía un absoluto sinsentido.
No estaría mal que, este tiempo prenavideño de Adviento, lo convirtiéramos en un gran calendario del que vamos pasando hojas que nos aproximan a la llegada del Redentor.
El sufrimiento humano es el trago amargo que desearíamos no beber. Idealizamos un mundo perfecto, ajenos a su presencia. Buscamos ganarle la partida, pero aunque la ciencia haya logrado mitigar algunos de sus embates, frente a la vida y a la muerte, el sufrimiento sigue floreciendo.
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