El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La directora catalana representará a España en la próxima edición de los galardones más reconocidos del cine con su última película, Alcarràs.
Si recordar supone un esfuerzo tan grande, entonces, ¿para qué hacerlo? ¿Es lo mismo que considerar?
A todos nos parece que nuestro dolor tiene algo de peculiar, y sobre todo por el hecho de ser propio. Es al observar esta vida que, necesariamente, debemos comprender que solo somos un grito del coro de voces.
El anuncio del asesinato del líder de Al Qaeda a manos de un operativo estadounidense vuelve a poner de manifiesto el carácter fatalista de la Casa Blanca en su visón de la justicia.
Si, como decía Agustín, ante todo somos seres que aman, eso es algo que nos expone de formas inimaginables.
La pregunta: “¿dónde estabas tú?”, resuena en uno de los centros de poder del continente europeo.
No hay nada tan insatisfactorio como una voluntad aparentemente satisfecha en aquello que no satisface.
Los anhelos más profundos de justicia reflejan, al mismo tiempo, las mayores de nuestras frustraciones. Y de todo ello, ¿qué queda para los que han de venir después?
Es bueno recordar, especialmente en esos momentos en los que podemos observar la crudeza de nuestro propio ser, lo que dice la Biblia sobre el amor de Dios.
A sus casi 86 años, Rosa Gubianas sigue colaborando con este medio en la traducción de artículos del inglés al castellano, una de las pasiones de su vida. Aquí se recoge una tarde de conversación en su piso.
¿Hay algo que equilibre el recuerdo en su justa medida? El autor de Eclesiastés nos recuerda que necesitamos una perspectiva de vida redimida en Cristo.
A veces tenemos la sensación de que luchamos por la verdad, hasta entregarlo prácticamente todo y reducirnos incluso al aislamiento. Pero nuestras motivaciones son otras, y nuestro corazón, lejano.
El drama estático que a veces parece esta vida, no es que simplemente se haga más llevadero, sino que cada lágrima se acaba convirtiendo también en una expresión particular de la alabanza.
No es necesario que acabe una guerra para comenzar a trabajar en el proceso de reconciliación, porque la del enfrentamiento armado representa una etapa en el desarrollo del conflicto.
En la película la infancia aparece como una institución que permanece firme ante las guerras y desilusiones de los ‘adultos’.
Es extraña la angustia de la muerte. Es agudo su dolor. Pero, sobre todo, la muerte es suspiro. Una dolorosa coma, pero una coma.
En Succession, el dinero es lo de menos. Al final, es el dinero la fachada habitual tras la que se esconden los grandes egos, y lo que ilumina con más claridad la incertidumbre humana.
Nuestra idea de poder es algo visceral. Está ligada a una cosmovisión en la que la huella del pecado es ineludible.
El de la esperanza es uno de esos términos que necesitan ser vividos constantemente, y así lo he tenido que aprender de nuevo, con toda gracia, durante la pandemia de la Covid-19.
Hablar de lo eterno sin hablar de Cristo solo puede generar cargas insoportables, piedras que nadie estaría dispuesto a mover. Necesitamos de la esperanza cristiana para afrontar algo así.
No deja de ser sorprendente la innumerable cantidad de ‘imitaciones’ con las que se vive esta vida, con las que se pretende olvidar ese concepto bíblico tan relevante como es el de “vivir”.
Somos seres de contrastes. Eso, a veces hace que perdamos de vista la condición que tiende a dominarnos.
Al observar los dramáticos acontecimientos actuales, es oportuno también recordar que la iglesia se ha manifestado con especial relevancia en escenarios de máxima emergencia.
A veces se subestima el concepto de pecado y se trata como algo demasiado general y abstracto, perdiendo así un amplio espectro de matices.
Si los legados personales se construyen “pieza a pieza”, como escribe David Lowery en su película más fantasmagórica, entonces somos los seres “más desdichados”, como decía Pablo.
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