El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Su padre les había enseñado a cada uno de sus hijos a respetar a Dios, a ser honrados y fieles en todo. Francisco era un joven noble y sencillo. Un hombre del cual el Señor Jesucristo hubiera dicho lo que dijo acerca de Natanael.
Los inicios de la Reforma son un ejemplo del poder de Dios en medio de un espacio de lo más adverso.
Como soberano absoluto y omnisciente, el creador puede actuar o no pero respetando la libertad y responsabilidad del hombre.
Qué bueno es percibir que la soberanía de Dios está sobre todas las contingencias desconocidas e inesperadas, no escapándosele ninguna.
Dios no puede cambiar. Lo que ocurre es que sólo se puede comunicar con el hombre hablándonos en términos humanos.
Dios es soberano y todo obedece en última instancia a su voluntad. Así lo enseña la Escritura en muchos lugares. Pero al mismo tiempo nosotros somos plenamente responsables de nuestros actos.
¿Ha desaparecido Dios de nuestros esquemas de pensamiento a la hora de considerar el mundo y los asuntos de esta vida?
No es más que el ejercicio del derecho que Dios tiene como soberano para gobernar todas las cosas, conforme a su voluntad.
Dios nunca se desilusiona con las preguntas que hay en nuestro corazón. Él está a nuestro lado.
Que los pájaros, con su piar, nos recuerden el cuidado de la Providencia se extiende a todas las criaturas.
Muchos actos de los hombres son permitidos. Es el libre albedrío. Las posiciones y disposiciones corresponden a los humanos. Pero Dios no es responsable de nuestras pésimas decisiones. Y a su tiempo, que no es el de los vivientes, Él interviene.
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