El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿Puedes dejar ordenadores, móviles, televisión, videos y otros objetos que, en alguna manera nos esclavizan? A veces hasta necesitamos desconectar de las personas que nos rodean, suavemente y sin hacer ruido buscando algo de soledad.
¿Qué pasaría hoy si tú, cuando vas a la iglesia vieras a algún grupo de personas marginadas, en lugar de ir al rito cúltico, te quedaras compartiendo el pan y la palabra con ellos?
Terrible escándalo: las dos terceras partes de la humanidad reducida a pobreza y más de mil millones de hambrientos en nuestro mundo injusto y desigual.
Cuando se olvida al pobre, se le oprime, se le despoja o se pasa de largo ante su dolor, se imposibilita toda relación cúltica con el Dios de la vida.
No se hace una auténtica lectura de la Biblia en clave de solidaridad, en clave de ese escándalo de la humanidad que es la pobreza en el mundo. Sin embargo, esas claves son centrales en la Biblia.
Hay otras idolatrías en las que podemos estar cayendo, aun cuando estemos en iglesias sin imágenes ni ídolos de leño.
Juan Simarro hace balance en el 30º aniversario de Misión Evangélica Urbana en Madrid y llama al compromiso cristiano con los débiles.
Nuestra acción, reflexión, publicaciones y voz han servido para que muchos cristianos vean la importancia de ser manos tendidas hacia el prójimo necesitado, condición imprescindible para vivir una espiritualidad cristiana integral.
Misión Evangélica Urbana de Madrid cumple 30 años. Su presidente y fundador, Juan Simarro, explica la labor de una entidad que ha sido de inspiración para la obra social evangélica en todo el país.
Quizás no haya primado el cumplimiento del ritual, sino el deseo de gozarnos, alabar y escuchar la Palabra de una manera un tanto pasiva.
Los cristianos, a veces, no nos damos cuenta de las exigencias de la fe, de una fe que tiene, necesariamente, que actuar a través del amor.
Debemos pensar y reconocer que existe la dimensión de lo eterno. Que existen los ojos de la fe que nos abren a otra realidad, al misterio glorioso de una existencia no limitada a nuestro aquí y a nuestro ahora terrenal.
Creo que el tema de los sufrimientos de los refugiados debería estar más presente en nuestros ámbitos congregacionales.
El estudio y la reflexión sobre ética sólo son válidos si, finalmente, nos lanzan a la acción.
La fe no pertenece exclusivamente al ámbito de la esfera privada. No es silente. No es inactiva.
El dios Mamón no ha muerto. Hoy el hombre sigue construyendo ídolos a este dios de las riquezas, al dios del dinero.
Si uno se da una vuelta por los pisos de grandes ciudades, comprobará que cada vez hay más gente que vive sola. Solteros, separados, divorciados.
No habría que interpretar el análisis y la acción sociopolítica de los cristianos como una intrusión, sino como parte de la vivencia de su fe y denuncia profética que se les ha encomendado.
La cultura en la que uno nace y crece no es algo irrelevante o accidental de lo que se puede fácilmente prescindir, sino que configura la identidad personal, la singularidad de cada uno.
Hay que atacar los fundamentos y las raíces de la injusticia social, del robo de bienes y de dignidad que se hace contra más de media humanidad.
De poco valen los esfuerzos por plasmar códigos éticos, legales o sociales, si no somos capaces de cambiar a la persona.
La mirada de Jesús está en contracultura con la forma de mirar de los políticos y de los humanos en general.
Esos separados, estigmatizados y privados de libertad, también pueden encontrarse en su viaje con la mejor oferta de libertad jamás pensada por ellos.
El que sigue a Jesús no va a dar nunca prioridad a los negocios, ni a la rentabilidad de sus acciones, ni al ritual religioso insolidario. Va a dar prioridad al hombre alineándose nada menos que con Jesús.
La voz hoy puede llegar a tener un efecto de denuncia y de puesta de relieve de las problemáticas sociales que traspasen fronteras.
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