El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No puedo eludir la necesidad de buscar el desahogo; Él, mi Dios, me lo permite.
Carlos Martínez cumple 40 años sobre los escenarios y analiza el desarrollo de su trayectoria. “Mi temor siempre ha sido que me caricaturicen como el mimo protestante. Siempre he preferido esperar a que me pregunten para dar la respuesta”.
Necesitamos apartarnos y tener tiempos de quietud, callados, refrenando los labios del alma.
Todos necesitamos momentos de silencio, para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios.
Es necesario detenerse en el sendero, interrumpir el ritmo frenético que la vida nos marca y aprender a escuchar lo que el bullicio silencia.
El no pensar nos ha llevado a vivir sólo de lo aparente, de lo que se ve.
Cuando se trata de algo relacionado con uno mismo, es infinitamente mejor guardar silencio ante el Señor y dejar que él tome cualquier causa.
Los años silenciosos de Tarso tienen su importancia y desempeñan una labor decisiva para la formación del futuro gran misionero.
Decimos que amamos a Dios, que queremos servirle, pero, en nuestra esquizofrenia espiritual, ni amamos al prójimo sufriente, ni le servimos.
Un poema de Chari Morillo, del 19 de diciembre de 1987. (Selecciona Isabel Pavón)
“Mientras que mi padre predicaba desde el púlpito, yo concentraba toda mi atención en el misterioso mundo de la iglesia”, decía Ingmar Bergman.
Si no tienes nada mejor que decir…creo que es mejor que te calles.
Queriendo evitar el descrédito, ella les advirtió que sobre todo no hablaran.
No era tristeza lo que me embargaba, era la sensación de complicidad con un Dios que había creado todo aquello y me daba la oportunidad de disfrutarlo.
Dios nunca se desilusiona con las preguntas que hay en nuestro corazón. Él está a nuestro lado.
Algunos ataúdes pesarán como el plomo con tantos secretos acumulados y otros irán ligeros de equipaje.
Tan poquita cosa como parecen, van contagiando su enfermedad de boca en boca y por lo bajini.
“No es una novela sobre el silencio de Dios –decía Endô, el escritor católico japonés, cuyo libro acaba de llevar Scorsese al cine–. Es una novela sobre cómo Dios habla en el silencio y el trauma”.
La primera motivación del director Philip Gröning cuando se puso en contacto con el Grande Chartreuse (monasterio de la orden de los Cartujos) era rodar una película sobre el tiempo.
El silencio nos aporta la claridad que necesitamos para poder ver las situaciones de forma distinta.
Quienes hacen la paz serán llamados hijos de Dios porque en realidad actúan como su Padre celestial.
Un grito que debió impactar y con el que se deben identificar todos los abandonados del mundo hoy.
No queremos a Dios en nuestra vida cotidiana pero nos preguntamos dónde está en medio de la tragedia.
La meditación silenciosa y reflexiva es un arte perdido en este tiempo, la prisa y la impaciencia de la vida moderna nos atrapan constantemente.
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