El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Debemos aprender a vivir esa interculturalidad que nos enriquece a todos, también dentro de nuestras iglesias.
Que el Señor nos ayude a ver en los pobres de la tierra, afectados por la injusticia y la opresión, a aquellos a los que Jesús amó.
¿Podría ser que hemos estado viviendo una ética cristiana de tipo individualista?
Quizás sea nuestra paz interior, con Dios, la que nos va a llevar a lanzarnos en el trabajo y preocupación de la paz en un mundo lleno de violencias.
¡Qué jugada de la historia que, ese castillo donde el rey Felipe II vivió como "martillo de los herejes", llegara a ser propiedad del pueblo evangélico!
Conversamos con Simón Menéndez, coordinador de un programa que busca conectar a emprendedores e innovadores sociales de distintos países cuyo punto en común sea la inspiración en la fe.
Vivimos la locura de la eficacia, de las ganancias y el llenar nuestros almacenes con una necedad que no varía mucho de la necedad del rico necio de la parábola.
Todas las culturas y religiones presentes, pero falta la iglesia evangélica, la presencia protestante, el testimonio de los seguidores de Jesús a los que un día también iluminó la Reforma.
En la evangelización hay que trabajar pensando en una dimensión ética que evangelice todo el contexto social. Para ello, haría falta que, también, el evangelizador de palabra, se involucrara en acciones solidarias de amor al prójimo.
Que el Señor nos ayude a vivir nuestro tiempo como espacio creativo, de actividad lúdica y, lógicamente, en el servicio como seguidores que somos de un Maestro que nos da ejemplo de ello.
Puede haber muchos creyentes que tienden a pensar que ellos no son los más adecuados para esta tarea de ser las manos de Dios en un mundo de dolor, de comunicar a otros el mensaje del Evangelio.
No hay prepotencia que valga, no necesitamos “pendencieros cristianos”, no hay humillaciones que dignifiquen a nadie, no hay desprecios al hermano que edifiquen.
El método de Jesús fue siempre evangelizar desde los pobres y débiles del mundo, identificándose con su dolor por las injusticias, con el sufrimiento del mundo.
La intención es motivar a los creyentes a que se lancen también en la búsqueda de respuestas que pueden ser vitales para la buena vivencia de la espiritualidad cristiana.
Cuando las riquezas de alguien son causa del empobrecimiento de muchos, no son lícitas, son pecaminosas.
Hay descristianización, pero lo religioso sigue vivo en todos los ámbitos populares del mundo con cierta apariencia de piedad.
Los ojos de Jesús penetraban hasta lo más profundo del corazón de los hombres y podía enjuiciarlos de forma perfecta y exacta.
Vivir la espiritualidad cristiana debe implicar el comprometernos tanto con Dios como con el prójimo.
Lo que garantiza la profundidad y el supremo valor de lo humano es lo divino, la propia divinidad que también asume Jesús en su encarnación. Se hizo hombre sin dejar de ser Dios.
La cruz de Jesús, más que en las fachadas o interiores de las iglesias, más que colgada con una cadena a nuestros cuellos, debería estar en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Los injustos resucitarán para condenación. Ese será su juicio y su pago.
La muerte de Jesús en la cruz, representa y aglutina lo que fue su compromiso con el hombre que sufre. Jesús fue humano, muy humano.
Hay que contactar con las problemáticas, las inquietudes y los anhelos que dan densidad y sentido a la existencia humana.
Los cristianos tenemos la obligación ante Dios de subvertir y trastocar los valores en contracultura con la Biblia.
El campo de misión urgente y preferente que son los centros de las grandes ciudades debería de ser una de las prioridades de la misión de la iglesia.
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