El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En “Escuela: fragmento de futuro” apunta hacia la necesidad de asumir el placer, el gran excluido, como parte central de los objetivos de la educación.
A inicios de los años 80, Alves comenzó a enseñar en la Facultad de Educación de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) donde tuvo la oportunidad de “extender su humanismo a la reflexión y comprensión de las prácticas educativas”.
Rubem Alves releyó de manera muy creativa varios aspectos de la doctrina cristiana, especialmente la encarnación del Hijo de Dios en el mundo.
Uno de los teólogos que captó con mayor afinidad lo acontecido en el pesebre de Judea mediante una fina percepción poético-teológica.
“Dios nos salva y nos llama a compartir su presencia, no en atención de nuestras obras sino en virtud de su deseo y de su gracia infinita”.
Un análisis de la poesía del brasileño para adviento.
Su contribución fue especialmente enriquecedora, pues además de sus obras más reconocidas, entre 1999 y 2002 dio a conocer una serie de cuatro cuadernos bajo el título Culto-Arte. El primero de ellos es sobre Adviento, Navidad y Epifanía.
El objetivo del evento fue: “resonar y desplegar la paradójica expresión de Rubem Alves: ‘Dios murió, ¡viva Dios!’, en estos tiempos pandémicos de tanto sufrimiento y necesidad de esperanza”.
La labor pedagógica de Freire, de formación católica, fue muy utilizada por el movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina, del que Alves formó parte en sus inicios.
Alves se fue auto-descubriendo como un autor literario que había colocado a la teología en una especie de “suspensión operativa” para volver a ella de manera casi inmediata.
La interpretación es el bisturí del cerebro que recorta la palabra. Y todo que se queda como era. Pero el poema es una palabra mágica que llama la vida escondida en nosotros.
La ruta intelectual y de escritura del teólogo protestante brasileño Rubem Alves (1933-2014) dejó una estela de luz que refulgirá durante mucho tiempo entre sus lectores.
La nueva definición de “iglesia”, sus nuevos signos, acordes todos ellos con el proceso encarnacional de la humanización, implicaban, entre otras cosas, que se trataba de una comunidad de gozo, al servicio de la historicidad humana, de la solidaridad, del sufrimiento mesiánico y de la apertura al futuro a partir de la dialéctica de la resurrección.
Por caminos separados, llegaron a un punto común de acuerdo en la proyección de la tarea cristiana en América Latina, acechada por una parte por los impulsos imperialistas de la época y, por la otra, por los esfuerzos renovadores para cambiar el rostro de la fe cristiana en unas sociedades sometidas trágicamente a los dictados del conservadurismo y la tradición.
Dios es Dios con o sin teólogos; Dios es totalmente incognoscible para los seres humanos.
El pastor presbiteriano brasileño que, al igual que Gutiérrez, comenzó a articular una reflexión teológica muy distinta a la que se aprendía a elaborar en la inmensa mayoría de seminarios evangélicos del continente.
En “Sobre dioses y caquis”, ese deslumbrante ejercicio de memoria y autocrítica que acompañó la recuperación de su tesis doctoral, describió el avance de su experiencia.
¿Y si yo hiciese la insólita sugestión de que la teología es un juego de abalorios? ¿Y que Hermann Hesse, tal vez, se haya inspirado en aquello que los teólogos han hecho?
El concepto de antropofagia le sería más cercano para expresar la manera en que se apropió de autores como Riobaldo, Gabriel García Márquez o Eliot.
Dios se le había desvelado como creador, como poeta en el mejor sentido del término y él asumió el riesgo de salir de la jaula de la teología dogmática para encontrarse con él.
Alves es una de las grandes figuras de la literatura brasileña contemporánea, además del lugar que consiguió dentro del panorama teológico e intelectual desde su juventud.
Teología y Poesía en diálogo fecundo: Rubem Alves.
Teología y Poesía en diálogo fecundo en Rubem Alves (I)
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