El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Porque Dios no se avergüenza de ser nuestro Dios, nosotros no debemos avergonzarlo a Él haciendo todo de cualquier manera.
Muchos de nosotros silenciamos el megáfono de Dios para no comprometernos con un cristianismo de servicio al otro.
El último libro del filósofo Manuel Cruz reflexiona sobre nuestra “sistemática búsqueda de argumentos exculpatorios”.
Las comunidades de fe en general, y los cristianos evangélicos en particular, hicieron conocer su presencia e hicieron oír sus voces en la COP 21.
Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Todos para ninguno, y ninguno para todos, dicen estos cuatro mosqueteros de la política española.
Queda bajo la responsabilidad del conductor obedecer o rehusar obedecer a las señales de peligro que encuentra en la carretera.
No se ve de una forma nítida la levadura de los cristianos que debería leudar la masa social y cultural con nuevos valores.
“Hemos confundido nuestra política con nuestra fe”, piensa la respetada científica atmosférica de fe evangélica Katharine Hayhoe. “Si realmente creyéramos lo que dice la Biblia, estaríamos al frente de este asunto”.
Quien quiere ganar a cualquier precio siempre herirá a alguien.
Llama la atención hasta qué punto hemos integrado los cristianos en nuestra forma de actuar esa idea del ámbito secular de que cada uno es dueño de sí mismo y de nadie más.
Samuel Escobar, en una de las conferencias programadas durante el encuentro de escritores y comunicadores evangélicos en Madrid (Adece, 2013), recordó la importancia de la unidad entre iglesias para responder ante las necesidades de la sociedad y como reto que los proyectos “deben ser gestionados con eficiencia. No sólo mover a la compasión, sino gestionar y administrar el dinero que es donado, manteniendo un nivel alto de calidad y transparencia”.
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