El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuando las palabras van muy por delante de los hechos, esa misma descompensación se convierte en un auténtico problema.
Si es razonable aceptar unos mandamientos ¿no será más razonable aceptar los otros Mandamientos? Si en unos nos va la salud y la vida, en los otros nos va también la salud y la vida, pero en una dimensión infinitamente mayor.
Ya sea en la época que sea el dinero es lo que importa y hacerse rico lo primordial.
Es fácil que la avaricia acabe haciendo acto de presencia y el ansia de ganar más de lo que es justo se convierta en el objetivo deseable.
El necio suele creer que sabe lo suficiente, paradójicamente. El sabio solo sabe que lo que conoce es una ínfima parte de lo que debería.
La búsqueda de la gloria no se queda limitada a los antiguos, pues tal búsqueda late en el corazón humano en cualquier tiempo.
Aunque es uno el corazón, sus pensamientos se cuentan por cientos y miles, de manera que dilucidar cuál es el mejor, el bueno o el correcto es ardua tarea.
Como los pulmones necesitan oxígeno para respirar, así el que hace lo malo necesita al que difunde el mal discurso, para continuar haciendo lo que hace.
La presencia, en el entorno de la política, del malo, que tiene por divisa hacerse con el poder para usarlo en sus malvados designios, es una amenaza a la justicia.
Esta creencia en las ilimitadas posibilidades humanas está bien arraigada, haciéndonos creer que somos los señores y artífices de nuestro presente y futuro.
Aunque este mundo se burla de la moral y reniega de ella, llegado el momento es implacable para con aquél que queda convicto de culpa por transgredir la moral.
O es Dios quien fija los límites entre el bien y el mal o es el hombre.
Qué descanso es saber que hay alguien que está por encima de todas las esferas de poder y sus confabulaciones.
Una de las pruebas del verdadero amor es la herida. Ahora bien, hay que distinguir entre herida y herida.
Las prisas no son buenas.
No hay que perturbarse al ver a los que se jactan de maldad y todo les sonríe, porque su descalabro, en grado insospechado, se acerca a marchas forzadas.
Lo artificial no puede cambiar, ni mejorar, lo que es natural. Sólo puede disfrazarlo.
Antiguamente la maldad se escondía, porque había cierto sentido de vergüenza, salvo en las ocasiones lúdicas populares; pero ahora la maldad se exhibe.
¿Cuál será el método para que se conozca el valor de las personas? Dios es el probador supremo para el corazón humano.
Hay diques absolutos que deben ser establecidos, so pena de entrar en un estado de confusión que no puede llevar sino al desastre.
¿Cómo tantos, pueden hablar tanto, durante tanto tiempo, de lo mismo, sin caer en la palabrería o la divagación?
Podemos aniquilar el mal físico de nuestro organismo momentáneamente en determinados casos, pero ¿cómo aniquilar el mal moral de nuestro corazón?
En un mundo habituado a la ley del mínimo esfuerzo y a la consecución de los antojos en el menor tiempo posible, a la disciplina se le considera rígida, exigente y hasta dictatorial.
No es algo teórico, sino, desgraciadamente, más común de lo que fuera deseable, existiendo diversas maneras en que tal degradación ocurre, cuando el justo renuncia o traiciona a la justicia.
La edad y los años van tejiendo en la persona un ornamento que es de gloria.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.