El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El misterio de la iniquidad solo se derriba por la Espada del Espíritu, y esa la tiene y usa solo quien la tiene.
Lo malo es que los de la parodia se lo han creído. Nosotros la vemos tal cual es, por eso aborrecemos esas ofensas a la cruz y redención de nuestro Salvador.
Con nuestro Casiodoro, preguntamos: ¿de quién tiene el papado lo que tiene y de lo que se gloría?
El papado nace en sentido histórico, en la mitad del siglo VIII, por la mediación interesada de reyes francos, con la afirmación específica frente a la iglesia católica oriental, y basado en la documentación falsificada, conocida como donación de Constantino.
Estos cultos han recibido una gran influencia de las liturgias de los monasterios, o de los aislados, que eran considerados como los modelos más espirituales.
Somos, como seres humanos, una constante contradicción, y vivimos anclados en ella. Solo en Cristo se encarna la perfecta humanidad, y aspirar a reproducirla produce verdaderos monstruos.
En su idea de tierra sagrada, imponían el supuesto de que la podían pisar y gobernar sólo “santos” apropiados. Por supuesto, los moros en Hispania no lo eran, así que tenían que ser expulsados. Ni siquiera convertidos; expulsados. El evangelio de la espada “evangeliza” así.
Me interesa algo del difunto papa, sobre todo por la aceptación de algunas de sus tesis principales por parte del mundo evangélico.
Valorar adecuadamente la obra teológica de Ratzinger se llevará todavía mucho tiempo, pero lo cierto es que hacer un balance de su vida y obra será el empeño de muchos estudiosos.
A pesar de ser “conservador” y “tradicional”, la suya era una ortodoxia católica romana completa donde no hay espacio para las “cinco solas” de la fe evangélica.
¡Yo soy de Cefas, yo soy de Apolo!, se dice en la carta a los Corintios. Pero Pablo dice que todos somos de Jesús. Por Javier Domínguez Angulo
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