El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La obra de Villacañas ha contribuido de forma muy importante a que la sociedad española no siga ignorándonos.
Al recibir el premio, José Luis Villacañas reivindicó la memoria protestante e invitó a no dejar florecer “la nueva injusticia de hacer del protestantismo una forma de vivir que se considere completamente ajena, contraria y enemiga de España”.
Este déficit se presenta en la población evangélica que al leer fragmentariamente la Biblia extravía el sentido integral de la Palabra y no hace justicia a la progresividad de la Revelación.
Muchos de los problemas en los que nos metemos, muchos de los hábitos viciados en los que estamos instalados, no importa en qué ámbito concreto de nuestra vida, tienen que ver con esta cuestión.
Eso que buscamos y no tenemos, en definitiva, son diferentes facciones del anhelo de salvación que toda persona tiene dentro.
La crueldad de la Inquisición no fue un invento de Guillermo de Orange, sino una atrocidad cuyos mecanismos describieron bien españoles que sufrieron persecución.
Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, entre otros, se identificaron plenamente con los postulados evangélicos y se distanciaron de las enseñanzas de la Iglesia católica romana.
Empezamos 2020 con ilusión, pero también con incertidumbres. La presencia de Dios en nuestra vida no garantiza que todo sea “verdes prados y delicados pastos”.
Queremos algo distinto, pero cualquier cosa menos esa Navidad que nos molesta porque exige de nosotros una respuesta que nos cambiaría la vida.
En España no hubo Reforma protestante, pero sí reformadores.
Nos ofendemos con lo que ofende a Dios en esta era “tolerante” nuestra. Pero creo honestamente que no estamos acertando con las formas.
Es un clamor revolucionario para transformar el establishment y sustituirlo por el orden de cosas que proclamó Jesús como característico del Evangelio del Reino.
Las relaciones hoy en día se miden de forma mercantilista: me suma o me resta. En el centro, uno mismo, y de ahí el “me” repetido, como mínimo, dos veces.
Reina y otros españoles abogaron por el respeto a la conciencia y rechazaron la coacción para imponer una forma de creer.
Casiodoro de Reina pudo concluir la traducción de la Biblia y publicarla debido también a la red que le apoyó protegiéndole y proveyéndole de los fondos necesarios.
Al valorar el aporte que aquel sufrimiento trajo, lo hacemos “a toro pasado”, una vez transitado el camino porque, mientras estábamos en él, todo parecía un absoluto sinsentido.
En este tiempo nuestro lo que sí sucede es que los cambios se producen más rápido, de forma más brusca, más violenta, más sangrante.
¿Quién lleva la razón? ¿Roma o Wittenberg?
Para los críticos de Reina su Confesión era ambigua, según la particular ortodoxia de quien lo juzgara desde una de las familias confesionales protestantes que se estaban consolidando en la segunda mitad del siglo XVI.
Me irrita profundamente cuando en una supuesta lucha por la igualdad, hablar de maternidad resulta ofensivo para ciertos sectores del feminismo.
Cada vez resulta más evidente que no nos fiamos de nadie, que acumulamos a las espaldas más y más decepciones que nos dejan en una especie de desazón continua, a la espera de cuándo llegará el siguiente golpe.
No es la maternidad el foco de la opresión, sino el hecho de que se usara como elemento de coacción y presión.
Antes de Casiodoro de Reina existieron en España proyectos y esfuerzos por traducir la Biblia.
No todo aquello que nos hace sonreír o incluso tener cierta sensación de disfrute y felicidad es bueno sin más.
La persona como tal, la de verdad, solo la conoce realmente uno mismo en el mejor de los casos, y Dios, al que no se le escapa nada.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.