El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Querer amar a Dios sin tener en cuenta al prójimo es una mentira; querer amar o ser solidario con el prójimo sin tener en cuenta a Dios, puede ser un humanismo ateo.
¿Nos falta compromiso, nos falta pasión por la justicia, nos falta celo por la denuncia?
Hemos construido un mundo en que falta tiempo para gozarnos en ver crecer nuestros hijos, reflexionar, leer o simplemente pasear y disfrutar de ese don gratuito que todos deberíamos disfrutar, y no sólo un mes al año.
Hoy, en un mundo desequilibrado e injusto, hay muchas personas que “mueren” la vida. La mueren, que no la viven.
Este vivir iluminados por la fe va a dar como consecuencia en los creyentes que, necesariamente, vivan conductas con unas prioridades y unos estilos de vida.
¿Cómo vives la espiritualidad cristiana?
Normalmente evangelizamos desde los valores y posicionamientos a través de los cuales pensamos.
La religión sin compromiso con el hombre que sufre queda en algo externo, vacío, sin cambio de mente ni de corazón, sin misericordia ni búsqueda de justicia, sin liberación de los oprimidos.
Vivimos en medio del escándalo y tragedia de una humanidad que desearía una paz sin justicia.
Muchas veces estamos inundados de doctrina, preñados de enseñanzas, pero estáticos, silentes, insolidarios.
Vivir de cara a Dios, pero de espaldas a las problemáticas del hombre sin pensar en el mundo sufriente, es vivir una espiritualidad mentirosa.
Imitemos a Jesús como el que rompe tabúes, prejuicios y normas sociales injustas. Tabúes inhumanos ante un Jesús que fue muy humano sin dejar de ser Dios.
Aquellos que prefirieron revolcarse en su oro, despreciando lo gratuito y la oferta por gracia, jamás gustarán de su fiesta.
Somos individualistas insolidarios cuando respiramos exclusivamente por nuestra propia herida.
La creación quiere comunicar mensajes del Creador… muchas veces ante nuestra indiferencia.
La influencia de la palabra como elemento concienciador de la sociedad, de los hombres y de los que están bajo el yugo de los valores antibíblicos, es inmensa.
La perspectiva de que la resurrección es necesaria para restablecer la justicia, no la debemos olvidar nunca.
¿Qué sed es la que padece el mundo hoy? Quizás la sed de Dios y no encuentran como saciarla.
El mismo Dios asumió nuestro grito de soledad, el alarido de aislamiento de una humanidad separada del Creador.
No debemos silenciar líneas bíblicas de acusación y denuncia contra los necios que sólo piensan en agrandar sus graneros.
Lo que falta en el mundo es llegar a ser responsablemente conscientes del hambre de tantas personas.
Con tu acción puedes atender a los prójimos próximos, pero con la voz, con la palabra, el alcance de denuncia o anuncio de valores puede recorrer todos los confines del mundo.
Es una sinrazón querer seguir a Jesús si tu corazón está apegado a las riquezas.
La fe en Dios nos lanza a un mundo en dificultad “actuando a través del amor”.
La pregunta por el hermano, por el prójimo, está sonando desde los orígenes de la humanidad.
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