El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El reto es formar discípulos con una cosmovisión bíblica sólida, optimista y apasionada, que sean capaces de moverse en la época digital con soltura y precisión.
No es lo mismo, la fe que lo que nos gustaría creer. La fe se basa en la revelación de una verdad en la que podemos confiar.
Muchos creen que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Pero en este capítulo vemos lo contrario, que Dios ayuda a quien no puede.
Desde su labor docente y como escritor, Escobar ahonda en cómo la misión evangélica implica necesariamente abordar las injusticias.
Ahora vuelve en Raíces de Ginseng a su autoritario padre, la madre entregada a Dios y, además de su hermano, descubrimos también que tiene una hermana y la relación del entorno agrícola en que creció con empresarios chinos.
En mi reciente visita puede comprobar in situ como Praga es también testimonio indeleble de las raíces históricas de la fe evangélica.
Nos cuesta entender que nuestra visión de la realidad es limitada. En la conversación del pozo, Jesús se muestra como el salvador del mundo.
En Latinoamérica se desarrollan diversas corrientes teológicas que ahondan en el problema de la pobreza. Samuel Escobar respondió a las inquietudes que se levantaban en un debate que trascendió a lo teológico.
La Biblia nos enseña que Dios nos ha dado dominio sobre la creación y nos ha llamado a ser mayordomos sabios de sus recursos. Esto incluye a los ordenadores y las tecnologías relacionadas.
La trilogía que dirigió Coppola, cuya segunda parte cumple ahora 50 años, tiene “la intención de ser una especie de Orestíada mostrando cómo el mal reverbera en cada generación”.
Escobar rememora los cambios que se producen en Perú y otros países de Latinoamérica en los 70.
Si hemos sido hechos para el Autor y Señor de la vida, no es extraño que al prescindir de Él, nos da esa sed para descubrir que solamente en Jesús podemos ser satisfechos.
¿Por qué hemos de morir? Es porque tenemos el problema que la Biblia llama el pecado. Sólo un Hombre perfecto nos puede librar de ella. Dios se hizo hombre “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte”.
Frente al desafío del secularismo es tentador pensar que las religiones pueden ser un frente común. Pero el Nuevo Testamento enseña que la religión oscurece y daña el evangelio.
Resistamos la tentación de plegarnos a los dictados de los guardianes de lo políticamente correcto y salgamos a las calles, a las redes sociales, a los medios de comunicación, armados con la verdad y la gracia.
Hay una puerta de atrás, incluso en sociedades tradicionalmente católicas como la española, por la que cada vez te encuentras más gente que han pasado por el mundo evangélico pero ya no tiene contacto con iglesias ni grupo cristiano alguno.
El Pacto de Lausana es clave en la formación de la identidad evangélica contemporánea. Escobar recuerda su participación.
La Palabra es verdad y en la Escritura está la única visión del mundo coherente con la experiencia humana, pero como dice Schaeffer, si mi experiencia no se corresponde con la autoridad de la Biblia, la norma es la Escritura, no yo.
En la vida, solemos lamentar los errores y soñamos con volver a empezar. La buena noticia es que a través de Jesús, es posible tener nueva vida, como explica él mismo en su conversación con Nicodemo.
No es conveniente cerrar los ojos ante los peligros y problemas, pero el mundo no solamente se define por sus calamidades.
El escritor despierta en nuestro degradado espíritu sed de la bondad y la gloria que hay en el León de Judá.
Jesús era lo contrario a alguien aburrido, y por eso le vemos como invitado a una fiesta.
El escritor checo nos enseña la realidad del ser humano moderno, que arrojado a la existencia, en un mundo que no asimila, carece de rumbo.
La verdad última es teológica, no filosófica. Cuando el cristianismo reconoce que Jesús es la Verdad (Juan 14:6), relativa al relativizador y busca la trascendencia de ese Dios infinito que se revela en lo personal.
En escritos de 1822 y 1825, José Joaquín Fernández de Lizardi hace una abierta defensa de la tolerancia y se refiere en términos elogiosos a Martín Lutero.
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