El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Estamos construyendo una sociedad basada en la apariencia, en la que los “buenos modales” muchas veces son la mejor distinción de un ladrón.
Cuando buscamos la trascendencia en cualquier otra cosa, persona o situación, dado que es material y finito, nuestro corazón sufre porque se vuelve limitado.
Vivir disfrutando de la presencia de Dios en todo momento realmente puede transformar nuestra vida porque Dios nos espera, nos escucha, nos habla y derrama su amor y su gracia sobre cada uno de nosotros.
A veces llegamos a vivir absolutamente inmersos en el pecado mientras asistimos a la iglesia o incluso «servimos» a Dios, así que pensamos que estamos un poco mimados por él y nos sentimos especiales.
El autor Jaime Fernández Garrido reflexiona en este libro sobre lo imprescindible de la esperanza en medio de cualquier adversidad.
Esperar la segunda venida del Señor Jesús y nuestra boda con Él no es abandonar lo que estamos haciendo, sino sencillamente desear ese día con todo el corazón.
Hoy los amigos ya no se comprometen, simplemente porque no saben abrazar ni mirar a los ojos ¡Ni mucho menos llorar juntos!
A veces no nos damos cuenta del peligro de dejar que los días pasen de cualquier manera.
En la Biblia cuando se habla de aquellos que no creen en Dios, no se les llama ignorantes sino necios, porque esa es la mejor definición para aquel que no quiere creer.
El deseo de trabajar y de terminar bien lo que hacemos es un reflejo del carácter de Dios. A él le gusta hacerlo todo bien.
Vivimos en un mundo esclavizante que no nos permite descansar ¡y mucho menos meditar! La tiranía de lo instantáneo nos ha absorbido por completo.
Todos sabemos de todo y creemos que nadie puede enseñarnos nada. De esa manera vamos avanzando hacia el caos.
Dios nos regala mucho más de lo que imaginamos, pero nosotros siempre estamos anhelando aquello que nos deslumbra.
Siempre queremos estar en primer lugar: si no es en el lugar de Dios, y tampoco a su derecha, al menos a su izquierda, o en una posición dónde se nos vea bien.
Las heridas pueden ser una bendición. Todo depende de nuestra reacción a las circunstancias y no sólo la manera de enfrentarlas, sino también cómo las curamos.
Podemos amar a muchas personas por lo que significan para nosotros, pero tenemos que reconocer que no hay nadie como Jesús.
Muchos no se dan cuenta de que lo que realmente importante es tener nuestro nombre en otro libro: el libro de la vida.
Cualquier cosa que no es buena, que destruye nuestra relación con Dios, que nos enfrenta con los demás o que nos "mata" interiormente, es pecado.
Tíquico era uno de los mejores amigos de Pablo. Le ayudó en la fundación de iglesias, le acompañó en muchos viajes e incluso le cuidó en su enfermedad. Pablo lo describe como un fiel discípulo y buen consolador.
Las palabras a las que hacemos caso pueden marcar nuestra vida por completo.
Los pequeños detalles pueden llegar a ser decisivos, aunque creamos que no tienen importancia. Las pequeñas decisiones dan lugar a grandes cambios.
Los pioneros suelen pasar desapercibidos, pero ellos son héroes. Uno de ellos fue Naasón, que fue el primero en introducir un pie entrar en el Mar Rojo. Luego, cuando los israelitas ya estaban en el desierto, la tribu de Naasón estaba al principio de todo.
Todos queremos tener más posesiones, mientras pasamos nuestra vida como espectadores inútiles dentro del cuerpo más activo que existe en la humanidad: el cuerpo de Cristo, la iglesia.
La paciencia de Israel a los pies del Sinaí se agotó rápido y construyeron un becerro. Hur se opuso a la idolatría del pueblo y el pueblo se volvió contra él.
La celebración que surge de lo bueno, lo recto y lo amable es absolutamente genial, porque desborda alegría compartida, cánticos, gozo, baile, sinceridad y vida.
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