El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No puedo eludir la necesidad de buscar el desahogo; Él, mi Dios, me lo permite.
Admito anhelar fervientemente que finalice este verano, que todo vuelva poco a poco a su cándida y rutinaria normalidad.
Su omnipotencia no ha menguado, ni su amor hacia el hombre ha disminuido.
Las lágrimas caen y pintan un lienzo de doloroso pesar o de inusitada alegría, alborozo versus tristeza.
Tras un encuentro con Él todo es diferente.
Lucha por reencontrar el amor. Acúnalo de nuevo, mécelo al son de una misma nana.
Qué sutilmente se nos acomoda la desmemoria y frente al abismo seguimos presos de las preguntas.
Quiero enarbolar mi vida con términos que agradan a Dios y potencian mi capacidad para ser una hija más cercana a Él.
María desea hacer algo que no todos van a entender. María quiere derramar su corazón en gratitud, en admiración a Jesús.
Evocar el lugar del que fuimos rescatados hace que no olvidemos lo beneficioso que es vivir bajo la sombra de sus alas.
Ciertamente son muchas las veces en las que posponemos lo urgente dándole cabida a lo banal, prescindiendo de lo elemental.
Quiero hallar las credenciales de quien soy y comprender que cuanto más me acerco a ti, más me alejo de mí.
La noche trae consigo la duermevela intranquila, alterada y frágil que llena de desasosiego las pausadas agujas del reloj.
Tienes inefable paciencia para conmigo, me conoces y es por ello que abusando de tu amor me vuelvo ingrata ofreciéndote tan poco.
Juntos, hemos pintado un arcoíris en la nueva maleta y en ella hemos introducido sueños.
La tierra seca agradece este riego. Yo también.
En esa pausa silenciosa Dios se toma su tiempo y trabaja en el interior, ajusta aquello que por el uso comienza a tener holgura.
A pesar de su longevidad, ese santo Libro sigue siendo contemporáneo y verdadero.
Estoy aprendiendo; un poco más si cabe, a esperar. Que no hay tanta urgencia y sí mucha gente con prisa.
Soy frágil, pero su poder se perfecciona en mi debilidad y eso me hace fuerte.
Es necesario detenerse en el sendero, interrumpir el ritmo frenético que la vida nos marca y aprender a escuchar lo que el bullicio silencia.
Dejo en sus sabias manos todo lo que me estorba, inquieta y preocupa. Soy suya, descanso en Él.
Rota, con el alma herida, se postra abatida. ¡Señor, socórreme!
Dios quiere reconstruir tu vida, transformar el pasado y poner paz donde solo existe tormento.
Arregla tu casa para Dios. No dejes áreas de tu vida en manos que no sean las suyas.
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