El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En los brazos de la cruz hay acogida para todos y capacidad de perdón. La cruz como símbolo de amor incondicional, aunque sin olvidar nunca el sufrimiento que costó al propio Hijo de Dios.
Nadie contrata obreros enfermos. A nadie se le ocurre incorporar a su equipo a personas aparentemente inútiles. ¿A nadie?
El mundo gira en torno a los pensamientos y los deseos de Dios, porque esos pensamientos y deseos son de bien para toda la humanidad.
Dios está dispuesto a releernos una y otra vez con entusiasmo la parábola del hijo pródigo que vuelve a casa y recibe caricias en vez de azotes.
El dolor del alma nos va destruyendo poco a poco, casi sin darnos cuenta.
Estamos olvidando, tristemente, que la salvación del individuo y del género humano está en el amor, sólo en el amor.
Sabemos que somos amados. No por lo que somos o hacemos, sino porque quien nos ama quiere hacerlo.
El amor es una fuente que mana, escondida en el interior, desde el más profundo manantial en cada ser humano.
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