El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Uno de los problemas en el día de hoy tiene que ver con la imaginación y la creatividad; puede que la iglesia no haya sabido estar a la altura de los tiempos.
Esta carta confronta el engaño y a los engañadores que estaban dentro de la iglesia.
Si no ardemos al conocerlo a Él jamás nos entusiasmaremos por nada.
En el ministerio, la clave es servir, darnos a los demás.
De la humildad de quién quiere aprender, surge la belleza de la vida. De la arrogancia del que lo sabe todo y lo merece todo, sólo se cosechan momentos difíciles.
Dependemos demasiado de las circunstancias y de nuestros sentimientos hacia ellas.
Es importante que nos mantengamos buscando a Dios para evitar la falsedad.
Si somos sabios dejaremos de quejarnos; si somos necios continuaremos quejándonos y buscando culpables.
Esta carta una y otra vez nos presenta la preeminencia del amor de Dios, un amor que quita todos los miedos.
Esa es la clave de la modernidad, satisfacer nuestra ambición de tenerlo todo, o al menos tener más que los que nos rodean.
Un Dios lleno de gracia prepara algo especial para nosotros en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Buscar nuestra propia satisfacción siempre, es vivir de una manera desgraciada.
En un momento de terrible persecución, esta carta nos indica que el sufrimiento tiene fruto.
Tenemos que aprender a luchar por quienes amamos.
Los que tuvimos el privilegio de conocerle, no dejamos de admirar su cariño y su pasión por el Señor Jesús.
Esta carta nos desafía a vivir en la voluntad de Dios, no solo en la relación con Él sino también con los demás.
¡A veces incluso no hay mucha diferencia en el comportamiento entre un creyente y un no creyente! Da la impresión de que todos buscan lo mismo: el dichoso dinero.
Es curioso cómo despreciamos las situaciones más sencillas mientras nos pasamos la vida esperando una acción extraordinaria. Olvidamos que lo trascendental vive dentro del día a día.
Poner los ojos en Jesús y seguirle es el secreto de la fe.
Olvidamos que Él no está atado al tiempo ni al espacio, así que puede ocuparse de todas sus creaturas.
Esta carta nos enseña como se refleja el cuidado de Dios en la vida de los cristianos.
Podemos expresar vida con nuestras palabras, o llenar de violencia a los que nos rodean con cada expresión que sale de nuestra boca.
Me siento tranquilo sabiendo que, no solo mi futuro, sino también toda mi vida está en las manos de Dios.
Dios es el médico del alma que jamás se equivoca, el especialista en curar y restaurar.
El mensaje de la carta es que aunque desistamos de nosotros mismos, Dios sigue trabajando para restaurarnos.
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