El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los creyentes gemimos, lloramos, somos solidarios con el sufrimiento de los otros esperando la renovación de todas las cosas.
Me gustaría ofrecer algunos pensamientos al respecto, con la esperanza de estimular más reflexión por parte de la Iglesia.
Cada vez se hace más difícil hablar de nuestras convicciones cristianas porque un considerable sector del cristianismo actual ha cedido a las ideologías totalitarias de nuestra sociedad occidental.
Estamos conmovidos, humillados delante de Dios, y hemos rasgado simbólicamente nuestros corazones para llorar y clamar por nuestro pueblo.
Diderot no fue el filósofo ateo que nos han venido presentando los historiadores y críticos católicos en España.
Del pastor y rey David podemos aprender a profundizar en nuestra relación personal con Dios en medio de circunstancias difíciles.
Las circunstancias difíciles nos ayudan a eliminar lo secundario y ser más capaces de encontrar lo verdadero, a Jesús mismo.
Su caso ha sido histórico al tratarse del primer veredicto dictado contra un clérigo de tan alto rango. Desde el Vaticano acogen “con satisfacción” la decisión de la justicia australiana.
¿Dónde está Dios en medio de la confusión y el dolor de la pérdida?
En la Biblia vemos un patrón: antes de la victoria, viene la prueba. Este es el proceso que Dios puede usar para que maduremos y así crezcamos.
La primera frase del libro se convertiría en una de las más recordadas de la literatura iberoamericana, y desde ese momento, 'Gabo' habría de pasar 18 meses ininterrumpidos sentado frente a su máquina de escribir.
El principio de la Sola Scriptura también ha llevado al protestantismo al ‘libre examen’ de la Escritura y ha provocado una falta de aprecio a la tradición.
Esta crisis nos ayuda a entender que nada humano nos es ajeno.
Se considera a Westcott y Hort como los padres de la Crítica Textual a raíz de su célebre Nuevo Testamento en griego, publicado en 1881.
En estos momentos, queda la impresión de que no se hacen diferencias con la forma en que Dios actuaba en la antigüedad, cuando eran más visibles sus acciones sobrenaturales.
La crítica y los lectores coinciden en que se trata de una obra clásica de la literatura contemporánea.
En situaciones de dificultad podemos aferrarnos a las tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y el amor.
Una de las palabras más excelentes que existen en cualquier idioma es esperanza, porque sin esperanza no se puede vivir.
La incertidumbre lleva al miedo. No sabemos cuánto durará esto, pero nos arraigamos a la Palabra.
Cuando se pone a prueba nuestra fe, la gran diferencia está en confiar y saber quién es él.
Hemos de convertir los tiempos de espera en tiempos de esperanza y de paciencia. Entonces descubriremos que Dios puede transformar nuestras adversidades en oportunidades.
No es tan importante cuánta fe tienes, sino en quién la pones.
La pandemia nos está arrebatando a los queridos a toda prisa, sin avisar, sin un momento para sentarse, mirarse, hablar y callar.
Quiero explicar que la pregunta “¿Crees en Dios?” ha sido entendida de tres maneras distintas desde la antigüedad.
Es tiempo de hacer nuestras las palabras del Salmo 46: nuestro refugio está en Dios.
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