El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Preferimos las mentiras simplistas de los populistas antes que las verdades incómodas de los expertos.
El autor presenta una serie de reflexiones devocionales publicadas a lo largo de varios años, recogidas en un nuevo volumen de 180 páginas.
La fe sólo es fe en el acto de obediencia, es decir, siempre se da en el camino, andando con él y construyendo el reino.
Vivimos sitiados por la injusticia, el pecado y las consecuencias que de él se desprenden.
Una vida de fe sólo puede construirse desde abajo y desde dentro.
Nada nos separa más de los demás que el deseo de ser superiores y nada nos separa más de Dios que un corazón altivo y arrogante que lo llama a cuentas de un modo insensato.
Aquel cuya llegada se celebra en estos días nació en un sucio pesebre de Belén de Judea acompañado de animales y pastores, sin grandezas, ni gigantismos.
Si Dios es Jesús de Nazaret desde su nacimiento, es preciso preguntarnos: ¿Qué aprendemos acerca de Dios en la primera Navidad?
De lo que se trata es de entender que todo lo que hacemos, sin importar lo que sea, ha de perseguir el bien de los demás.
El pueblo se defiende de la adversidad huyendo, renunciando a seguir y pretendiendo volver atrás. ¿Por qué?
Si eliges la “píldora roja” abrirás tus ojos a la realidad porque tendrás claro que necesitas “desenchufarte” de la corriente de este mundo.
El amor y la misericordia del Señor salen al encuentro de los ciegos, para hacernos ver que nuestra incapacidad e invidencia como discípulos no hace sino poner de relieve la gracia de Dios manifestada en la persona de Jesús.
Tras cada caída y después de cada fracaso, el Dios de toda gracia y misericordia siempre aparece para levantarnos.
¿Cómo pudo Pedro, un judío saturado de prejuicios xenófobos, acercarse con toda humildad y sencillez a un despreciado y odiado romano para hablarle del evangelio?
Jesús nos llama a vivir con lucidez y responsabilidad, renunciando a la pasividad y el letargo.
¿Es que Dios nos deja a la entrada del trabajo y nos recoge a la salida?
Las palabras del apóstol son toda una invitación a no dar un solo paso hacia el futuro sin considerar y aprender seriamente del pasado.
Le hemos quitado importancia a todo lo que Dios nos dice y lo hemos convertido en comida rápida, en un producto para saciar nuestras necesidades del momento.
Frente a la “mística de ojos cerrados” propia de las religiones orientales, Jesús de Nazaret impulsa una “mística de ojos abiertos” que se abre responsablemente al sufrimiento de las personas.
Nuestra fuerza no está en los propios recursos, sino en la gracia de Dios.
En el pueblo de Dios, al calor de la memoria de Jesús, la ambición por acumular se transformó en el compromiso por compartir.
La palabra de Dios coloca a Elías en un submundo ignorado, desconocido e impopular: la subcultura de los excluidos.
Existe una seria anomalía en la condición humana a la que la Biblia llama pecado y tiene que ver con errar al blanco, transgredir los límites, no acertar.
La cuestión de fondo es si confiamos en Dios de tal manera que hacemos de su palabra el principio organizador de toda nuestra vida.
Desde una conciencia comunitaria, cada uno de nosotros somos dones para los demás.
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