El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Somos la memoria histórica de millones de hermanos nuestros que vivieron y murieron cantando con fe, esperanza, honor y legitimidad.
¿Puede el grito desgarrado de los esclavos, pobres, oprimidos, provocar una revolución en la conciencia del mundo?
Los esclavos negros acogieron el evangelio liberador, creyendo que Jesús murió y resucitó para traer vida, libertad y justicia a todas las personas, esclavas o libres, blancas o negras, pobres o ricas.
No se trataba de una especie de “mantra” entontecedor de las conciencias, sino de un mensaje militante desde una fe que daba un impacto poderoso.
El énfasis no está en los carismas, sino en las personas.
Sobre el gesto de los hombres que matan a Jesús se eleva la acción final y decisiva de un Dios que resucita.
El Cristo solo, abandonado, despreciado y angustiado es, en un sentido muy real, la prueba de la solidaridad de Dios en el sufrimiento.
Jesús entró en el templo, esa higuera frondosa pero carente de fruto, representada por una religiosidad vacía de la que Dios se encuentra ausente.
El contrapoder del evangelio del reino de Jesús de Nazaret aparece como fuerza-para-servir y dar la vida por los demás.
Hablar de niños es hablar de valores, como la inocencia, la sencillez y la bondad. Y, desde luego, estas cosas son importantes. Pero con eso no basta.
¿Por qué tienen que aparecer el sufrimiento, la cruz y la muerte en el camino de Jesús? ¿No parece todo esto un contrasentido?
Las palabras de Jesús, como no podía ser de otra manera, ponen en crisis un modelo de mujer sometida al sistema.
Jesús les enseña que todo forma parte del reino de Dios, toda la existencia de las personas y, ahora, precisamente su necesidad de comer.
Vemos a un Jesús expulsado, no recibido y no creído que se admira de la falta de fe de las gentes de su pueblo.
El seguimiento de Jesús supone enfrentar peligros y amenazas desconcertantes pero, a la vez, se nos invita a desterrar el miedo paralizante.
En el seguimiento aparece implicado un modo alternativo de entender la existencia que descentra y desinstala la vida situándola en estado de misión.
Lo que aparece en juego es la decisión de desinstalar la vida para convertirla en seguimiento del Maestro.
Este Hijo amado cumplirá con la misión mesiánica del siervo profetizado por Isaías.
Marcos identifica el evangelio con vida y obra de Jesús. Es en el marco de su propia historia donde se manifiesta la “buena noticia”.
La revelación de Dios resucitando a Jesús no apunta a un pasado estático, fosilizado y manipulable, sino que está llena de dinamismo, un dinamismo marcado por la vida de Jesús de Nazaret.
De lo que se trata es de ser como él fue y vivir como él vivió.
No importa solo el significado de un texto, sino realizar un acercamiento sistémico, es decir, tener en cuenta la totalidad del relato.
Para Jesús, servir no es otra cosa que dar la vida. Por tanto, la iglesia tendrá que tomar nota.
Marcos ha convertido el anuncio de Jesús en argumento y contenido de un libro.
¿Sobre qué fundamentos hacemos memoria de Jesús? ¿Rememoramos su camino histórico de un modo integral?
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