El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Al raso, como los pastores de Belén, helados en medio de la fría noche. Es posible que, también, en la noche navideña nazcan niños en los campos de refugiados.
¿Tenemos miedo, tiene miedo el hombre de hoy a que el resplandor del Señor irrumpa en sus vidas?
Que vuestros corazones vibren. ¿Notáis la emoción del acercamiento? ¿Laten vuestros pechos viendo que vuestra expectación va a tener respuesta?
El cántico de María nos interpela para que nos acordemos de los pobres y de los hambrientos, mientras que clama contra los ricos acumuladores.
La iglesia no ha entendido la radicalidad de los mandamientos bíblicos que nos hacen vivir la vida cristiana en relación con el prójimo, al que siempre debemos tender una mano de ayuda.
Lo espiritual y lo social se unen en el compromiso de muchos de los voluntarios en el mundo hoy.
No se puede orar si no estamos reconciliados con el prójimo. La oración y el menosprecio al otro, son incompatibles.
El dinero tiene muchos adoradores en nuestras sociedades de consumo insolidario.
Si quieres que tu pan sea bendecido, debemos ser conscientes y consecuentes de que, cuando comemos, comemos del pan de todos.
Los cristianos pueden ser un fermento de autocrítica de nuestras sociedades occidentales.
¿Quién mejor que los cristianos puede hacer el aporte ético y moral para que haya mejor gobierno, más justo, con políticas económicas y sociales que aumenten en equilibrio el bienestar del hombre, de los pueblos?
La moral cristiana es la más completa, exigente y comprometida en relación con el hombre, con el prójimo.
Un auténtico discípulo de Jesús no puede alegar nunca, justificando su insolidaridad, que los muchos bienes que tienen los ha ganado honestamente, dentro de la ley y quedarse ahí sumido en su pozo de egoísmo.
Hay muchos que se sienten defraudados por los grupos cristianos, ven falta de coherencia, falta de compromiso, falta de acción y, a veces, falta de misericordia y de búsqueda de la justicia.
No entendamos la omnipotencia de Dios a nuestra manera, bajo nuestros parámetros de poder humano.
Ni el templo, ni las fiestas solemnes, ni los rituales deben estar por encima del hombre, ni por encima del cumplimiento de la misericordia.
Ser cristiano es vivir en compromiso con el hombre, con el prójimo y, fundamentalmente, con aquellos empobrecidos, oprimidos y robados de dignidad.
Uno de los mensajes proféticos sería éste: ¿Cómo puedes dar culto a Dios mientras oprimes a tus trabajadores?
Muchos de nosotros silenciamos el megáfono de Dios para no comprometernos con un cristianismo de servicio al otro.
La crisis que está a la base y de la que se habla poco es aquella que podríamos llamar crisis de valores, crisis de la ética y la moral.
¡Cuántas personas en el mundo del trabajo tienen estrés y exceso de tiempo ocupado!
Si caminamos por el mundo sin saber dar, ni darnos, vivimos en una contracultura bíblica, una cultura negra e injusta, propia del reino de la muerte.
Tenemos que descender hacia lo humano siguiendo el ejemplo de Jesús que dejó su trono y su esplendor para vivir y morar entre nosotros.
¿Es difícil expulsar a nuestro propio yo del centro de nuestras vidas? No es fácil, pero es algo trascendental que nos lanza a lo eterno.
Los valores del Evangelio, los valores bíblicos sobre los que se apoya la fe y que le dan vida, no son ajenos a los avatares sociopolíticos de la historia concreta del hombre.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.