El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Lo que tantos fósiles demuestran es que en el pasado existieron muchos más tipos básicos de organismos que en la actualidad.
Desde principios del otoño de 1838, Darwin dedicó el resto de su vida a demostrar que la selección natural era el motor de la teoría de la evolución de las especies.
La misión de la ciencia es reflejar lo más fielmente posible la realidad natural, sin distorsionarla o entrar en especulaciones indemostrables.
Esas famosas aves que se convertirían después en símbolos totémicos de la teoría de la evolución.
Darwin manifestó sus prejuicios sin ningún tipo de escrúpulos. Compara los indígenas primitivos con los hombres civilizados y llega a la conclusión de que los primeros no son seres del todo humanos.
El propio abuelo de Darwin ya tenía también ideas transformistas. Escribió un libro sobre ciertos problemas relacionados con la evolución, declarándose partidario de la herencia de los caracteres adquiridos.
La creencia en que los organismos originalmente creados pudieran cambiar de manera natural a través del tiempo no fue desarrollada por el cristianismo medieval.
No cabe duda de que la teoría darwinista del siglo XIX hunde sus raíces en este antiguo suelo naturalista del mundo clásico.
No existe ninguna razón de peso para suponer que la extraordinaria complejidad e información de los hilos de seda se haya forjado mediante un proceso ciego de evolución por selección natural.
La Biblia presenta a un único Dios, frente al politeísmo primitivo mesopotámico, y afirma que el mundo tuvo un principio, en contra de la idea de eternidad de la materia acuosa que tenía esta religión.
¿No es lógico pensar que nuestras mentes finitas evidencian la existencia de una mente superior que las creó?
En la Biblia, Dios crea a partir de la nada absoluta, mientras que en el relato Enuma elish, los dioses surgen a partir de las aguas que habían existido desde siempre.
¿Y si la propia evidencia científica mostrara la existencia de órganos o funciones biológicas complejas que no pudieran haberse formado de ninguna manera mediante el tipo de transformaciones que requiere el darwinismo?
“La temática central será exponer por qué hoy día no puede seguir pretendiéndose explicar el Origen, Diversidad y Complejidad de la Vida, desde postulados puramente físico-químicos, naturalistas, por azar”, dicen desde la organización.
En el siglo XXI la ciencia está cambiando algunas de sus concepciones anteriores, abriendo indirectamente la puerta a la posibilidad de un Dios creador.
Antonio Cruz explica de qué forma los últimos avances en la investigación científica apuntan a la figura de un creador, presentando su libro ‘A Dios por el ADN’ en el programa ‘La noche en vela’ de RNE.
Las leyes de la naturaleza que conocemos deben de ser correctas. De lo contrario, no tiene sentido afirmar que nuestro mundo no podría sostener la vida si se cambiaran estas leyes.
El diseño constituye algo indispensable y fundamental en la actual comprensión científica del mundo y, desde luego, derrumba la creencia naturalista de que la ciencia contradice la fe cristiana.
La Inteligencia Superior no sólo inventa maravillas, aun cuando no se usen a corto plazo, sino mucho tiempo después, y todo para beneficio de otros, entre los que nos encontramos los animales.
Si de las explosiones menores no se obtiene más que desolación y terror, ¿cómo puede ser que de aquella explosión saliera belleza, orden y vida?
Lo más simple es explicar este fenómeno por una única fusión de dos cromosomas en el linaje humano. ¿Pero qué evidencias hay de ello?
Un apologista cristiano tiene, como primer paso, que estar al tanto de los conocimientos del campo en el que quiere debatir.
El autor del libro de Job cita estos animales (behemot y leviatán) como ejemplos de la desproporción que hay entre la sabiduría de Dios y la del hombre.
Este movimiento ha ejercido mucha influencia en los Estados Unidos sobre todo en ámbitos religiosos, pedagógicos, y también en la opinión pública.
Esta solución catastrofista la venían proponiendo los creacionistas con su referencia al diluvio universal. Y la paleontología no tuvo más remedio que darles la razón en este sentido.
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